Es Tiempo de Conectar, junio 023

Jesús es el mejor alimento, es el Pan que da vida

«Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás.» Juan 6:35.

En muchas culturas latinoamericanas, el pan no es un lujo sino una necesidad. Lo compramos fresco en la panadería de la esquina, lo comemos con café en las mañanas, lo usamos para acompañar los frijoles o el arroz. El pan es parte de nuestra mesa, de nuestra rutina, de nuestra identidad.

Cuando Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida”, estaba hablando directamente al corazón del pueblo. No usó una metáfora complicada, sino una imagen sencilla y esencial que todos podían comprender. Se ofrecía como el alimento espiritual indispensable que el alma necesita cada día para vivir, tal como el cuerpo necesita el pan físico para sostenerse.

En Juan capítulo 6, la multitud buscaba a Jesús porque acababan de ver el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Estaban emocionados por lo que Él podía darles, pero no entendían aún quién realmente Él era.

Y Jesús les confronta con esta verdad: “Ustedes me buscan porque comieron y se saciaron. Pero lo que yo tengo para ustedes es mucho más grande: yo soy el pan verdadero que descendió del cielo.”

Esta declaración es poderosa. Jesús no vino solo a llenar el estómago de la gente, vino a algo más importante, a llenar el vacío del alma.

Y eso sigue siendo cierto hoy. Muchos buscan a Dios por lo que les puede dar: bendiciones, trabajo, salud, solución a sus problemas, pero Jesús quiere darnos algo mucho más profundo: una relación viva, eterna y transformadora con Él.
El pan físico se acaba. La emoción del momento también. Pero Jesús permanece. Él no es solo alimento de domingo. Es pan de cada día.

¿Qué significa alimentarnos de Jesús?
Significa buscarlo diariamente en su Palabra y en oración. No solo cuando hay crisis.

Significa confiar en su provisión aunque el «pan» del mundo escasee.
Significa recibir su amor, su gracia y su verdad como nuestro sustento emocional y espiritual.

Cuando intentamos llenar nuestra alma con otras cosas: trabajo, redes sociales, entretenimiento, aprobación, religión vacía, terminamos hambrientos, vacíos, frustrados.

Pero cuando venimos a Cristo con humildad, Él nos alimenta, nos fortalece y nos sostiene.

Y no solo para sobrevivir, sino para vivir con propósito, esperanza y gozo.
Preguntas cruciales:

¿Qué “panes” del mundo he estado buscando para llenar mi alma?
¿Estoy alimentándome de Jesús de forma constante, o solo cuando tengo urgencia?
¿Cómo puedo compartir este pan de vida con otros que también están hambrientos espiritualmente?
Jesús no vino a darte solo una solución temporal, sino una vida completa y eterna. Él no es solo un símbolo; es el pan verdadero que bajó del cielo para darte propósito, dirección y salvación. Ven a Él hoy. Come de ese pan. Y nunca más tendrás hambre.
Oración:
Señor Jesús, gracias por ser el pan que da vida eterna. Reconozco que muchas veces he buscado saciarme con cosas que no llenan. Hoy vengo a ti con hambre de lo verdadero, con sed de tu presencia. Alimenta mi alma con tu palabra, fortalece mi espíritu y enséñame a depender de ti cada día. Que no me conforme con solo verte hacer milagros, sino que aprenda a conocerte, amarte y seguirte como mi único sustento. Amén.

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Escrito y narrado por Juan Bravo, producido por Conectar Global

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