Es Tiempo de Conectar, junio 027

Cuando la ansiedad te roba la paz

«No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.» Filipenses 4:6-7.

La ansiedad no respeta edad, ni nacionalidad, género, religión o clase social. En todas partes vivimos y luchamos con cargas pesadas: deudas, inseguridad, incertidumbre, enfermedades, desempleo, violencia, migración, soledad, problemas en la familia. Algunos no duermen bien, otros se levantan cada día con un nudo en el estómago y una pregunta que los persigue: “¿Y si las cosas no mejoran hoy?”

La ansiedad aparece cuando tratamos de controlar lo que no podemos controlar; cuando queremos asegurar el futuro, proteger a los nuestros, tener todas las respuestas y nos damos cuenta de que no nos alcanza.

Pero en medio de ese torbellino de emociones, Dios nos ofrece una alternativa radical: nos dice, no te afanes por nada. ¿Nada? ¿Cómo no preocuparme cuando hay tanto en juego?

Cuando Pablo nos habla diciendo en Filipenses que por nada estemos ansiosos, no está ignorando la realidad humana, no es que esté siendo iluso. Pero sí nos recuerda algo esencial: que la ansiedad se vence con oración.

Cuando llevamos nuestras cargas delante de Dios y añadimos gratitud, sí, gratitud, algo milagroso ocurre: la paz de Dios comienza a cuidar nuestro corazón y nuestra mente.

“Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti; no permitirá que los justos tropiecen y caigan.” Salmo 55:22.

“Y estamos seguros de que él nos oye cada vez que le pedimos algo que le agrada; y como sabemos que él nos oye cuando le hacemos nuestras peticiones, también sabemos que nos dará lo que le pedimos.” 1 Juan 5: 14-15.

La preocupación tiene rostro latino
La preocupación no es solo una emoción; tiene nombre, rostro y dirección. Tiene la forma de un padre que no sabe cómo pagar la renta a fin de mes. De una madre que se queda sin medicina para su hijo enfermo. De un joven que se esfuerza en estudiar, pero ve que el futuro laboral es incierto. 

Tiene la voz de un migrante que no sabe cuándo podrá volver a ver a su familia. Es la abuela que ora por un nieto metido en pandillas. Es la mujer que teme salir de noche en una ciudad insegura.

Nos preocupamos porque vivimos realidades difíciles y no tenemos el control. Porque hay muchas cosas en juego. Pero en medio de todo eso, la Palabra de Dios nos ofrece un camino diferente: no llevar la carga solos, sino aprender a confiar.

¿Por qué nos preocupamos?
Porque sentimos que todo depende de nosotros.
En una sociedad donde el esfuerzo personal es vital, es fácil caer en la trampa de creer que si yo no lo resuelvo, nadie lo hará.
Porque el futuro es incierto.

Cuando no sabemos si mañana tendremos empleo, salud o estabilidad, o perdemos dinero en la bolsa de valores y el corazón se llena de ansiedad.
Porque hemos aprendido a sobrevivir, no a descansar.

Hemos vivido en modo emergencia y descansar en Dios parece irresponsable o imposible.

¿Qué nos dice Dios en medio de la preocupación?
No nos dice: Ignoren sus problemas, procrastinar, sean ingenuos. Nos dice: Entrégamelos que yo cuido de tí.

1 Pedro 5:7: “Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.”

Es una invitación a soltar el peso que nos está hundiendo.

El verbo «echar» en el griego significa «arrojar con fuerza», como quien lanza lejos una carga que ya no puede sostener.
Dios no te pide que niegues tus luchas. Te pide que no las cargues solo.
¿Cómo es esto en la vida real?

Es la madre que ora cada mañana antes de salir a vender empanadas, sabiendo que Dios provee.

Es el joven que, en vez de angustiarse por el futuro, lo presenta a Dios y confía en su guía.

Es el migrante que no tiene papeles, pero tiene a Dios.
Es el abuelito que, con pensión escasa, ora con paz sabiendo que el Señor no lo abandona.

Preguntas cruciales:
¿Qué pensamientos me están robando la paz hoy?
¿Estoy hablando con Dios sobre mis cargas o las cargo solo y en silencio?
¿Cómo puedo invitar la paz de Dios a mi vida en lo cotidiano?

Oración:
Señor, hoy reconozco que hay muchas cosas que me abruman. A veces no sé cómo seguir ni qué hacer. Pero hoy elijo confiar en ti. 

Te entrego mis ansiedades, mis miedos, mis pensamientos que no me dejan en paz. Lléname de tu paz que sobrepasa todo entendimiento. Guarda mi corazón y mi mente. Y recuérdame que nunca pierdes el control. Amén.

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Escrito y narrado por Juan Bravo, producido por Conectar Global

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