✅El fruto del Espíritu Santo

Devocional diario septiembre 28

El fruto del Espíritu Santo

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Él corta de mí toda rama que no produce fruto y poda las ramas que sí dan fruto, para que den aún más. Ustedes ya han sido podados y purificados por el mensaje que les di. Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí.” Juan 15:1-4

Dios creó al hombre para ser una extensión de su carácter y de su personalidad. Llamarse cristiano implica ser discípulo de Cristo y reflejar su carácter. Esto es posible gracias a que el Espíritu Santo vive en nosotros.

Jesús dice que Él es como una vid y que nosotros somos las ramas. Las ramas por sí mismas no producen el fruto, sólo lo cargan, lo exhiben.

El fruto se produce en las ramas tan sólo al estar éstas unidas al tronco y a la raíz y al recibir por medio de éstas la savia. Igual sucede con nosotros, no podemos producir el fruto del Espíritu Santo por más esfuerzo que hagamos; sino permaneciendo en comunión con Dios y estando unidos a Él, la personalidad de Dios se manifestará a través nuestro.

El cristianismo no consiste sólo en que vivamos vidas piadosas, sino que sea Jesús quien viva su vida en nosotros y que tú y yo seamos el templo del Espíritu Santo.

Los mejores sermones no se oyen… se ven, nuestro testimonio predica más alto que nuestras palabras.

Juan 15:8

«Cuando producen mucho fruto, demuestran que son mis verdaderos discípulos. Eso le da mucha gloria a mi Padre.»

¿Cómo podríamos reflejar el carácter de Cristo sino a través del fruto del Espíritu Santo?

El fruto del Espíritu Santo es producto de nuestro tiempo con Dios y de andar en comunión con Él.

Gálatas 5:22 dice: «mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.»

El fruto se producirá cuando andemos en el Espíritu, cuando Él esté en control. Dios nos ha creado espíritu, alma y cuerpo, y de los tres es el espíritu quien debe gobernar.

Esto se puede lograr cuando vivimos en comunión con Dios, pero cuando nuestra comunión se ve alterada por el pecado, el alma toma el control o las emociones se nos desbordan y nos dominan; así se interrumpe el proceso de producir fruto.

El fruto no depende de las circunstancias pues se mantiene inalterable en cualquier circunstancia y a veces nosotros mismos somos los más sorprendidos.

Nos insultan pero ya no respondemos como antes.

Deberíamos angustiarnos por lo que vivimos pero experimentamos una serena paz.

Los frutos de amor, gozo y paz, nos hablan de cómo anda nuestra relación con Dios.

Dios los produce por medio de nosotros para que nuestra personalidad sea afirmada a través suyo.

Sin los tres frutos de amor, gozo y paz, no atraemos a los demás a Jesús, por el contrario, los ahuyentamos.

Necesitamos amor para amar a Dios y al prójimo, por pecador que éste sea y ser misericordiosos con los demás y aceptarlos tal como son.

Dios ha prometido darnos el fruto de amor en abundancia, porque ésta es la señal del discípulo, es lo que nos evidencia y sirve de vínculo perfecto entre nosotros.

Romanos 5:5 «…porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.»

Asimismo nos ha dado el fruto de gozo para decirle a nuestras circunstancias que Dios es mayor, para fortalecernos en las tribulaciones y para sentirnos más que vencedores y reírnos frente a los problemas y ataques del diablo.

De igual manera, qué necesaria nos es la paz, hoy, más que nunca, porque el mundo carece de ella. Paz con Dios y paz con el prójimo.

La paz nos ayuda a aquietarnos, a confiar en Dios y a poder recibir dirección de Él.

Colosenses 3:15 dice: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones… «

Elijo el amor: ninguna ocasión justifica el odio; ninguna injusticia autoriza la amargura. Hoy amaré a Dios y lo que Dios ama.

Elijo el gozo e invito a mi Dios para ser el Dios de mi alegría.

Me rehúso a enojarme y me dispongo a ver los problemas como una oportunidad de ver a Dios.

Elijo la paz: vivir habiendo sido perdonado. Perdonaré para que pueda vivir.
Los frutos de paciencia, benignidad y bondad nos hablan de cómo anda nuestra relación con los demás.

Colosenses 3:13 dice: «Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro.»

LA PACIENCIA: Virtud que nos hace saber esperar con paz, confianza y perseverancia las cosas que tardan en llegar. Muchas veces queremos que todos sean igualitos a nosotros y cuando no dan la medida, nos volvemos impacientes.

Qué importante es tener paciencia, que como su nombre lo indica, es la ciencia de la paz.

Cuando las cosas que nos angustian no se resuelven lo suficientemente rápido o cuando no vemos la respuesta inmediata a nuestras oraciones, necesitamos paciencia para no desmayar.

LA BENIGNIDAD: Ser inofensivo, tolerante y suave. Lo contrario a ser benigno es ser agresivo, hiriente, mordaz, sarcástico, irónico. Cuando nos hablan y reaccionamos respondiendo agresiva o severamente no estamos mostrando benignidad. Cuando somos benignos la gente se nos acerca sin temor de ser atacados o agredidos.

LA BONDAD: Ser amable, amoroso, afectuoso, es mostrar empatía con los demás y ser benevolentes. Este fruto se hace cada día más necesario porque al final de los tiempos la maldad se va a multiplicar. La bondad en cambio nos ayuda a no permanecer indiferentes frente a las necesidades del prójimo y nos permite ponernos en sus zapatos actuando para ayudar a remediar su triste situación.

Muchas veces nos volvemos fariseos o legalistas y no nos compadecemos de aquellos que sufren, sobre todo si no son cristianos. Jesús en cambio era bondadoso y tierno con todos.

Elijo la paciencia, voy a respirar profundamente antes que la impaciencia brote por mis venas. En lugar de quejarme porque la espera es demasiado larga, agradeceré a Dios por ofrecerme un momento para orar.

Elijo la benignidad o la amabilidad, seré amable con todos, ricos y pobres, los que se portan bien conmigo y los que no lo hacen tan bien, porque así me ha tratado Dios.

Elijo la bondad, prefiero ser ignorado antes que jactarme. Prefiero confesar antes que acusar. Elijo la bondad.

Los frutos de fe (o fidelidad), mansedumbre y templanza nos hablan de cómo anda nuestra vida cristiana.

Sin estos tres ingredientes, al pasar por tribulaciones o por la disciplina de Dios, podríamos terminar renegando, en rebeldía o simplemente volver atrás.

LA FE O LA FIDELIDAD es abrazar una seguridad sin ver ni comprender. Hebreos 11:6 dice: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios.»

La fe o la fidelidad es lo que hace que confiemos en sus justos juicios y en su misericordia, pase lo que pase. Nos hace permanecer fieles.

Aquí repetí, sigo con la garganta LA MANSEDUMBRE: Es ser enseñables y dóciles lo cual trae como resultado ser usados en Su obra. La mansedumbre nos vuelve humildes y dóciles frente a Dios, aún cuando no tenemos total control de lo que nos pasa.

LA TEMPLANZA: Es el dominio propio que nos ayuda a tener contentamiento y a vivir en agradecimiento con Dios. Es mantener la calma en situaciones de estrés. La templanza nos ayuda a ser prudentes y guardar nuestra lengua.

Elijo la fe o fidelidad: hoy guardaré mis promesas. Mis acreedores no se van a lamentar que pusieron en mi su confianza. Mis asociados no van a cuestionar mi palabra, ni mi cónyuge va a cuestionar mi amor. Seré leal aún con los que no lo son conmigo.

Elijo la mansedumbre: nada se gana por la fuerza. Elijo ser manso. Si levanto mi voz que sólo sea en alabanza. Si cierro mi puño, que sólo sea en oración. Si hago exigencias que sólo sean a mí mismo, acepto con mansedumbre lo que viene a mi vida.

Elijo la templanza o el dominio propio pues soy, primero que todo, un ser espiritual.

Y luego de que haya muerto este cuerpo, mi espíritu remontará vuelo.

Me niego a permitir que lo que se va a convertir en polvo, gobierne lo que es eterno.

Si el mensaje ha hablado a tu vida, deja un comentario a continuación, esto nos ayudará a seguir creciendo. Y comparte el mensaje con esas personas que Dios a puesto en tu mente mientras encuchas el devocional.