
12 de abril: Marcos 10:17-31 Se requiere el corazón correcto

«Jesús lo miró con amor y añadió: —Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme. (Marcos 10:21)
«—Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna.» (Marcos 10 :29-30)
Este pasaje se entrelaza con los temas más amplios de Marcos 10, donde los niños desempeñan un papel central en las enseñanzas de Jesús. Los niños, con su confianza, dependencia y apertura, representan el corazón correcto que se requiere para entrar en el reino de Dios. Sin embargo, el encuentro del joven rico con Jesús muestra lo difícil que puede ser acercarse a Dios con una fe tan confiada cuando se está agobiado por los apegos de este mundo.
Cuando el hombre se arrodilla ante Jesús, parece ansioso y sincero, y pregunta: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (v. 17). Jesús señala con cariño que su enfoque en “hacer” lo ha llevado a confiar en sus propios logros y posesiones en lugar de confiar plenamente en Dios. La instrucción de Jesús de vender todo lo que posee no tiene que ver con el dinero en sí, sino con liberar el corazón del hombre del control de la riqueza, que se ha convertido en su mayor obstáculo para tener una fe como la de un niño.
Las palabras “Jesús lo miró y lo amó” revelan la profunda compasión de Jesús . No condena al hombre, sino que le ofrece una invitación a un aprendizaje: a dejar atrás sus apegos y seguirlo. Lamentablemente, el hombre no puede dar el paso y se aleja triste, incapaz de renunciar a lo que lo ata al mundo. Esta historia es un recordatorio de que Jesús nos ama en nuestras luchas y debilidades. Su amor no depende de nuestros éxitos o fracasos. Al igual que el hombre rico, es posible que nos encontremos luchando por entregar ciertas áreas de nuestra vida a Dios. Sin embargo, Jesús, con paciencia y amor, nos llama a seguirlo, confiando en que la vida que Él ofrece es mucho más rica que cualquier cosa a la que podamos aferrarnos aquí en la tierra.
Pedro, siempre valiente, habla: “—¿Qué de nosotros, que lo hemos dejado todo y te hemos seguido? —” (v. 28). Su declaración refleja la realidad del discipulado: Jesús nos llama a dejar atrás lo que nos detiene para que podamos caminar plenamente en sus caminos. Jesús tranquiliza a Pedro con una promesa: “—Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna.” (vv. 29-30). Esta promesa resalta la generosidad de Dios. Todo lo que sacrifiquemos por causa de Jesús nos será devuelto de maneras mucho más allá de lo que podemos imaginar: no necesariamente en riqueza material, sino en riqueza espiritual, relaciones y vida eterna con Dios.
Reflexión
Este capítulo nos llama a adoptar la postura de los niños: confiar plenamente en Jesús, depender de Él más que de nuestros propios recursos y acercarnos a Él con humildad. Como Pedro, a veces podemos tener dificultades para entender lo que significa realmente seguir a Jesús. Como el hombre rico, podemos dudar en dejar ir las cosas que nos frenan. Pero el amorde Jesús y su promesa de vida eterna nos alientan a continuar en el camino del discipulado, confiando en que lo que nos espera es mucho más grande que todo lo que dejamos atrás.
Cuaresma día 39
Preguntas de reflexión
- ¿Qué áreas de tu vida son más difíciles de entregar a Jesús?
- ¿Cómo podemos cultivar una confianza infantil en Dios, incluso en medio de los desafíos de la vida?
- ¿Hay “riquezas” a las que te aferras (posesiones, estatus o logros) que te impiden seguir plenamente a Jesús?
Oración
Señor Jesús, gracias por tu amor que nos acompaña en nuestras luchas y nos llama a seguirte. Enséñanos a confiar en ti con fe de niño, dejando ir las cosas que nos impiden abrazar plenamente tu reino. Ayúdanos a entregarte todo lo que tenemos y todo lo que somos, sabiendo que tus promesas son mayores que cualquier cosa que este mundo pueda ofrecer. Fortalece nuestros corazones para caminar fielmente en el camino del aprendizaje, confiando en tu amor y generosidad. Amén.