Es Tiempo de Conectar, octubre 02
El Espíritu Santo nos sella
»No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente.” Juan 14:1-2a.
“dijo Tomás. No tenemos ni idea de adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?
Jesús le contestó: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí.” vv 5b-6.
Los discípulos de Jesús habían compartido tres años y medio junto a su Maestro, el momento de su partida era inminente, se venía un duro tiempo de prueba y Jesús percibía la angustia en sus corazones.
¿Nos quedaremos solos? ¿Abandonarás a quienes te amamos y confiamos en ti?
Ellos habían sido los testigos más cercanos de que Jesús era el Hijo de Dios, habían visto milagros como resucitar muertos, alimentar a multitudes, sanar cualquier enfermedad, abrir la vista de los ciegos, etc. etc y tenían grandes expectativas pero no se esperaban que su Maestro, su Mesías iba a terminar muriendo como un criminal en una cruz.
La angustia es un sentimiento universal en la experiencia humana. Nos angustiamos por lo desconocido, por un futuro incierto, perder el control, hacer el ridículo ante amigos, no alcanzar buenas notas en la universidad, el ser tenidos en poco o nos angustia no poder suplir para nuestra familia.
El temor está íntimamente ligado a la sensación de abandono.
Jesús, en su compasión, ofrece una gran promesa para calmar sus corazones:
“Y yo pediré al Padre y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré a ustedes.” (Juan 14:16-18).
La seguridad de que seguirán siendo hijos amados y no huérfanos proviene de la promesa del Espíritu Santo, quien viene como un Consolador permanente para habitar en los corazones de aquellos que han creído en Jesús.
Charles Spurgeon fue un predicador inglés del siglo XIX quien nos ofrece varias razones por las que no debemos sentirnos huérfanos:
● Un huérfano tiene padres que han muerto, pero el Espíritu nos revela que Jesús está vivo.
● Un huérfano se queda solo, mientras que el Espíritu nos acerca a Dios.
● Un huérfano ha perdido a su proveedor, pero el Espíritu provee todas las cosas.
● Un huérfano queda sin instrucción, pero el Espíritu enseña todas las cosas.
● Un huérfano no tiene quien lo defienda, pero el Espíritu es su protector.
Me identifico con la angustia y el temor de los discípulos de Jesús al pensar en ser abandonados y quedar completamente vulnerables. Sin embargo, también encuentro alegría y paz al saber que en el plan de Dios, el Consolador se manifiesta a nosotros de una manera evidente y está con nosotros de manera permanente.
“…y nos identificó como suyos al poner al Espíritu Santo en nuestro corazón como un anticipo que garantiza todo lo que él nos prometió.” 2 Corintios 1:22.
El Espíritu Santo es la garantía, el sello que asegura que pertenecemos a Dios.
En el mundo antiguo, el sello se utilizaba para identificar, proteger y apartar algo como propio.
¡Puedes tener seguridad de que eres hijo del Padre! Tu relación de hijo no depende de si creciste en un hogar cristiano , de si vas a la iglesia lo cual es importante hacer, no depende tampoco de tus emociones o de tus circunstancias.
A través del Espíritu Santo, podemos tener una relación íntima y cercana con nuestro Padre:
“Y ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. Al contrario, han recibido el Espíritu de adopción, por medio del cual clamamos: ‘¡Abba, Padre!’” (Romanos 8:15).
Clamamos ¡Abba! ¡Padre mío !En nuestra angustia, podemos clamar papito en nuestra incertidumbre, podemos clamar papito en las pruebas, cuando nos traicionen amigos cercanos, él nos escucha, nos atiende y nos protege.
¿Te sientes huérfano o vulnerable en este momento?
¡Experimenta la seguridad de ser un hijo amado por Dios! Recuerda que el Espíritu Santo está disponible para todos los que creen en Jesús y el sello del Espíritu Santo es una garantía de tu eterna pertenencia a Dios.
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Dios te bendiga.