
Es Tiempo de Conectar, julio 007
Qué tenían en común grandes misioneros
«¿Pero cómo pueden ellos invocarlo para que los salve si no creen en él? ¿Y cómo pueden creer en él si nunca han oído de él? ¿Y cómo pueden oír de él a menos que alguien se lo diga? ¿Y cómo irá alguien a contarles sin ser enviado? Por eso, las Escrituras dicen: «¡Qué hermosos son los pies de los mensajeros que traen buenas noticias!»» Romanos 10:14-15.
Tuvieron en común que fueron hombres y mujeres normales pero con un llamado
A lo largo de la historia, Dios ha levantado misioneros extraordinarios, hombres y mujeres que dejaron su tierra, su idioma, su comodidad y sus profesiones para llevar el Evangelio hasta los rincones más olvidados del planeta.
Todos ellos enfrentaron oposición, soledad, enfermedad, y pérdidas. Pero todos dejaron una huella eterna.
1. Tuvieron una experiencia transformadora con Dios
Todos tuvieron un encuentro personal, real y decisivo con Cristo. No vivían de la fe de otros ni de la tradición: algo en su corazón fue quebrantado, y eso cambió el rumbo de sus vidas.
“¡Ay de mí si no predico el evangelio!” 1 Corintios 9:16
Ejemplo: William Carey sintió el peso de las almas no alcanzadas al saber sobre los pueblos que no tenían la Biblia en su propio idioma, especialmente en la India.
2. Tuvieron un corazón rendido, sin condiciones
No pusieron límites a su obediencia. No fueron movidos por fama, aventura, curiosidad o reconocimiento, sino por un fuego interno que los impulsaba a obedecer sin reservas. Algunos dejaron familias, tierras, profesiones o sueños y lo hicieron por amor y por obediencia al llamado de Dios.
“Aquí estoy, Señor, envíame a mí.” Isaías 6:8
Ejemplo: Madre Laura Montoya, una mujer valiente que se internó en las selvas y montañas de Colombia, que llevó el Evangelio a pie o a lomo de mula. Vivió entre los pueblos indígenas, aprendió sus lenguas, respetó sus culturas y rompió barreras de discriminación y abandono.
3. Una compasión profunda por las almas
Veían más allá de culturas, religiones o fronteras. Veían personas amadas por Dios, necesitadas de esperanza. Muchos lloraron por las almas que aún no conocían a Jesús, y pagaron un precio para que otros oyeran las buenas nuevas.
“El amor de Cristo nos impulsa…” (2 Corintios 5:14)
4. Una fe valiente
Muchos partieron sin garantías, sin saber el idioma, sin dinero suficiente, pero iban con la certeza de que Dios los había enviado. Algunos murieron jóvenes, sin ver frutos inmediatos. Pero hoy, millones son parte del Reino gracias a su obediencia.
“Caminamos por fe, no por vista.” (2 Corintios 5:7)
5. Una vida de sacrificio
Renunciaron a todo, a comodidades, reconocimiento, e incluso a sus propias familias y nunca renunciaron a su llamado. Y aunque muchos fueron enterrados lejos de su patria, su legado vive y sigue multiplicándose.
“El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí, la hallará.” (Mateo 16:25)
Preguntas para reflexionar
¿Estoy dispuesto(a) a rendir mis planes por los planes de Dios?
¿Tengo un corazón sensible por los que no han escuchado el Evangelio?
¿Qué pasos puedo tomar hoy para ser parte activa de la misión de Dios en el mundo?
Oración
Señor, gracias por levantar hombres y mujeres valientes que llevaron tu Evangelio hasta los lugares más lejanos. Despierta en mí el mismo fuego. No quiero una vida cómoda, quiero una vida obediente.
Usa mi vida como tú quieras. Dame compasión, fe y valor para ir, servir, o enviar, pero nunca quedarme indiferente. Amén.
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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global