
Es Tiempo de Conectar, julio 008
Cuando la integridad vale más que los regalos
“Entonces Naamán bajó al río Jordán y se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó!
Después Naamán y todo su grupo regresaron a buscar al hombre de Dios. Se pararon ante él, y Naamán le dijo: Ahora sé que no hay Dios en todo el mundo, excepto en Israel. Así que le ruego que acepte un regalo de su siervo. Pero Eliseo respondió: Tan cierto como que el Señor vive, a quien yo sirvo, no aceptaré ningún regalo. Aunque Naamán insistió en que aceptara el regalo, Eliseo se negó.” 2 Reyes 5:14-16
Vamos a meditar acerca del milagro en la vida del General Naamán, el oro ofrecido por él como pago y cual fue la respuesta del profeta.
Naamán había sido sanado de su lepra por la palabra de Eliseo. Agradecido, quiso ofrecer regalos muy valiosos y quizás muy merecidos, oro, plata y vestidos finos. Para cualquiera de nosotros que servimos al Señor, este momento podría parecer como una recompensa justa para alguien que sirve, pero Eliseo se negó rotundamente a aceptar la oferta. ¿Por qué?
Porque la manifestación y el poder de Dios no se venden ni se comercializan, y para dejar claro a futuras generaciones que el llamado ministerial no es una oportunidad de ganancia personal.
Recuerdo una ocasión durante un entrenamiento de liderazgo en la que uno de los participantes compartió su historia. Contó que, en un momento de extrema enfermedad, postrado en cama y al borde de la muerte, alguien tocó a su puerta. Era un hombre que venía a orar por él. Después de la oración, Dios obró un milagro y lo sanó.
Sin embargo, lo que más le impactó fue que la persona que había orado por él comenzó a pedirle dinero con insistencia, como si el milagro tuviera un precio. Quiso cobrar lo que Dios había hecho por gracia.
Vemos en esta historia a Eliseo, a un profeta íntegro y a un siervo que no se dejó seducir por el oro y los regalos
Mientras Eliseo honraba a Dios con su integridad, Giezi, su siervo, no pudo resistir la codicia así que corrió tras Naamán, mintió en nombre del profeta, y recibió los regalos en secreto.
Pero lo oculto fue revelado, dijo Jesús en Marcos 4:22:
“Pues todo lo que está escondido tarde o temprano se descubrirá y todo secreto saldrá a la luz.”
A Eliseo le fue revelado y confrontó a Giezi, y la lepra de Naamán cayó sobre él.
“¿Es tiempo de tomar plata y de tomar vestidos…? La lepra de Naamán se te pegará.” 2 Reyes 5:26-27.
Apliquemos esto al liderazgo cristiano de hoy, no importando en qué comunidad servimos.
1. El trabajo cristiano no es un negocio del cual quiero enriquecerme
Dios no nos llama a servir por lo que podemos ganar, sino por lo que ya hemos recibido, la gracia de Dios y cuando el dinero, los regalos o el prestigio se vuelven motivación, el corazón se contamina.
Jesús dijo en Mateo 10:8, “Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, curen a los que tienen lepra y expulsen a los demonios. ¡Den tan gratuitamente como han recibido!”
2. Tu ejemplo vale mucho más que tu discurso.
Eliseo enseñó a su siervo con el ejemplo, al rechazar el oro ofrecido, con el propósito de honrar a Dios y preservar el testimonio del milagro, dejando claro que el Dios de Israel es el único digno de ser servido.
Los líderes de hoy somos observados: lo que se tolera, lo que se justifica, lo que permites en privado, todo esto forma buenos líderes o crean un mal ejemplo
3. La codicia contamina y tiene un efecto contrario.
Naamán fue limpiado por la gracia del Dios de Israel. Pero Giezi, al buscar provecho del milagro, quedó marcado por la misma lepra.
La enseñanza que nos deja esto es muy clara: no ensucies con intereses personales lo que Dios hizo por amor.
“Un líder fiel no persigue recompensas humanas, porque sabe que ya tiene la mayor: el favor y la aprobación de Dios.”
Oración
Señor, ayúdame a liderar con integridad, a valorar tu presencia más que cualquier recompensa.
Que nunca venda tu gloria ni use tu nombre para fines egoístas. Líbrame de toda codicia, y hazme un ejemplo de obediencia y pureza en un tiempo donde muchos han perdido el rumbo. Amén.
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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global