Ya vimos que durante su visita a Cesárea de Filipo, Jesús planteó un par de preguntas cruciales a sus seguidores. La primera: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Y la segunda: «¿Quién dicen ustedes que soy yo?» Sin embargo, es probable que hubiera una tercera pregunta flotando en el ambiente o, al menos, en la mente de algunos de los discípulos. La pregunta era: Y «¿Quién dice Jesús que somos nosotros?» Aunque esta pregunta no quedó registrada en las escrituras, su importancia no puede ser subestimada, ya que al igual que con los discípulos, nos invita a ti y a mí, a reflexionar sobre nuestra identidad en relación con el mensaje de Jesús.
Primero, Jesús dice que nosotros somos hijos de Dios, una verdad de valor incalculable, que me encantaría que explorarás en tu Biblia, en Juan, Cap.1, versículos del 1 al 12.
Queridos, no hay nada más valioso que sentir el amor y la guía de un padre que se preocupa por nosotros. Pero a veces, la debilidad y el egoísmo hacen que algunas personas nos privemos de esta experiencia tan significativa. Pero, a pesar de esto, cuando descubrimos lo que es tener un padre de verdad, es imposible resistirnos a su belleza.
Un buen padre, por ejemplo. No solo se sacrifica de mil maneras por sus hijos, sino que vela y se esfuerza por proveerles todo lo necesario para que vivan, aprendan, crezcan y prosperen en el amor de Dios. Un buen Padre no satisface cada uno de los caprichos de sus hijos, porque esto no refleja un amor auténtico; más bien, un padre amoroso evalúa cada petición.
Aunque, sabemos que, como padres en oportunidades damos a nuestros hijos cosas que ellos no sabían que necesitaban, solo por verlos tener algunos momentos de alegría y felicidad.
Las escrituras aseguran que Jesús vino para recordarnos el amor, que Dios Padre nos tiene a todos y a cada uno de nosotros. La imagen de Dios a la que Jesús nos alentó a aferrarnos, fue la de Dios como nuestro Padre, descrita ampliamente en la oración del Padre Nuestro. Ahora, al ver el amor que les tengo a mis hijos, sin duda puedo deducir, que Dios me ama. Pues, de dónde provendría este amor tan especial por mis hijos; creo que viene de Dios, pues no hay nada provenga de la nada. Si yo puedo amar a mis hijos de la manera que los amo, siendo yo tan imperfecto, con tantas heridas y con tantos rayones o distorsiones como decimos coloquialmente. Imagina cuánto nos ama Dios, en su perfecto amor.
Segundo, Jesús dice que tú y yo somos infinitamente valiosos para Dios Padre. Si por alguna razón no crees esto, es probable que estés enfrentando un engaño del enemigo. Porque, Jesús asegura que tú y yo, somos la luz del mundo y la sal de tierra. Y también dice que, cualquiera que haga la voluntad de Dios Padre en esta tierra, Jesús nos ve como un verdadero hermano o una verdadera hermana, para Él.
Para Dios, queridos, tú y yo, valemos más que un sin número de pajarillos y hermosos lirios del campo que Él cuida, protege y alimenta con esmero (Mt.6:25.31). Aunque con frecuencia el mundo quiere menospreciarnos y rebajarnos; para Dios somos Sus Hijos e Hijas, infinitamente amados y valorados. Aun siendo el mundo tan impersonal, y que constantemente quiere reducirnos o etiquetarnos a un número, una categoría o pretende definirnos por nuestras funciones o rol laboral. En Cristo somos definidos por un poder superior.
Él dice que nosotros somos infinitamente valiosos a tal grado, que Dios nos revela en Jesús tal grado de personalización que, incluso Él conoce el número de nuestros cabellos. Dándonos a entender que nuestra valía no depende del rol que ocupamos en nuestro trabajo o los bienes económicos que tengamos, ni de lo que hacemos para ganarnos la vida, sino quien somos como hijos de Dios.
Tercero, Jesús asegura que somos libres. Jesús valora la libertad por sobre todas las cosas, y Dios valora tanto la libertad que nos da libertad, aun para rechazarlo, porque sin libertad no hay amor. Y sabemos que podemos amar tanto como seamos libres.
También, sabemos que el mundo nos trata como huérfanos y esclavos y quiere someternos constantemente a un sinnúmero de yugos de esclavitud. Pero, Jesús nos recuerda que somos hijos de Dios y que él vino para liberarnos de todos estos yugos, incluyendo el yugo del egoísmo y del pecado, para que podamos conocerle y rendirnos a Él, por amor.
¿Por qué es tan importante estar claros quien es Jesús? Tal vez te preguntes. Bueno, al estar claros acerca de quién es Él, nos permitirá estar claros acerca de quién somos nosotros, debido a que nuestra identidad está estrechamente ligada a la opinión de Jesús sobre todos las cosas y todas las personas, y esto es lo que nos garantizará que iremos a casa con Él. Él dijo: Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar” (Jn. 10:27-29).
Así que hoy te ánimo, querido amigo, a que silencies cualquier voz que quiera descalificarte o condenarte, incluyendo la propia, porque en Jesús eres inmensamente valorado por su amor y por Su gracia.
¡Medita en esto!