Confía en el Señor y haz el bien; entonces vivirás seguro en la tierra y prosperarás. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón.

Entrega al Señor todo lo que haces; confía en él, y él te ayudará. Él hará resplandecer tu inocencia como el amanecer, y la justicia de tu causa brillará como el sol del mediodía. Quédate quieto en la presencia del Señor, y espera con paciencia a que él actúe. No te inquietes por la gente mala que prospera, ni te preocupes por sus perversas maquinaciones. Salmo 37:3-7.

«Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.» Isaías 55:6

Pasamos la vida tan ocupados, queremos hacer tantas cosas pero muchos fallamos en lo más importante que es parar e ir a Dios, separar tiempo, irnos a un lugar apartado sólo para tener un encuentro con Él. 

Es por esto que nuestro liderazgo no tiene la fuerza que podría tener en nuestras empresas, familias, estudios, etc. Sin embargo, en medio de compromisos y agendas ocupadas, exigencias diarias, el llamado de Dios sigue en pie:

“Ven a mi presencia, quiero hablarte, quiero que afines el oído, que te detengas y ores.”

Por estos días he meditado en el Profeta Elías, un hombre que vivió largo tiempo apartado, dependiendo de la alimentación provista por los cuervos y viviendo al lado de una quebrada. Estoy seguro que Dios usó estas temporadas en su vida para hablarle.

La oración no es solo una práctica espiritual, es una relación viva. Es el momento en que nos desconectamos del ruido del mundo para conectarnos con la voz del Padre.

Dios anhela tiempos de intimidad con sus hijos. No quiere tus sacrificios, Él quiere tu atención. Y cuando apartas un espacio para Él, Él se revela con dirección y paz.
¿Por qué dedicar un tiempo especial de oración?

Porque Jesús mismo lo hacía: “Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar.” (Marcos 1:35)

Porque nuestras vidas necesitan dirección, necesitamos evaluarnos con objetividad, ser limpiados y renovados a diario.

Porque necesitamos descargar nuestras pesadas cargas en la presencia de Dios.

Porque orar nos recuerda que no caminamos solos.
El grupo que se fue al monte a orar

Un grupo de siete amigos siendo muy jóvenes decidimos irnos a pasar tres meses viviendo en carpas en las montañas de Colombia, en ese tiempo no habían teléfonos celulares ni nada de entretenimiento, tomábamos un sólo alimento al día y pasábamos la mayor parte del tiempo estudiando la Biblia y en oración. Tengo qué confesarte que mis padres vivían muy preocupados pues era un jóven de 20 años.

Al final de esta temporada Dios puso un fundamento sólido, nos dio dirección personal, sanidad emocional y fervor por Su presencia. No se trató de emociones, sino de disciplina con propósito.

Te animo a que apartes tiempo diario, aunque sea breve, solo para estar con Él. Sin prisa. Sin distracciones. Solo tú y Dios.

Puede ser al comenzar el día, antes de dormir o en medio de una caminata. Pero hazlo con intención, con reverencia y con total transparencia.
“Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes.” Santiago 4:8
Una oración sencilla puede cambiarlo todo
No necesitas hacer oraciones muy elaboradas ni perfectas. Solo necesitas un corazón sincero.

Puedes comenzar así:
“Señor, hoy vengo a ti con todo lo que soy. Te abro mi corazón. Te necesito. Quiero aprender a escucharte, a depender de ti y a vivir cada día en tu presencia. 

Ayúdame a hacer de la oración un estilo de vida y no solo un recurso de emergencia. Aquí estoy, te entrego este momento, y mi compromiso contigo. Amén.”

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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global