
Es Tiempo de Conectar, septiembre 002
Deseando una vida con significado
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto la corta, pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía… Yo soy la vid, ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” (Juan 15:1-2,5)
Hoy vamos a reflexionar en tres palabras que Jesús menciona: vid, verdadera y fruto.
En este pasaje, Él quiere que comprendamos lo que sucede cuando caminamos cerca de Él y utiliza una imagen profunda y poderosa: la vid y sus ramas.
En la cultura de Israel, la vid era un símbolo de identidad nacional, pero también de la relación de Dios con su pueblo. Al decir “Yo soy la vid verdadera”, Jesús está afirmando que Él es la fuente de vida, de propósito y de fruto espiritual.
Cuando Moisés envió a una delegación compuesta por 12 hombres para espiar la Tierra Prometida, ¿con qué fue que regresaron?
Regresaron cargando un racimo de uvas tan grande que tuvieron que transportarlo entre dos hombres, además de granadas e higos (Números 13:23). Ese racimo se convirtió en un símbolo poderoso: la tierra realmente producía frutos abundantes, tal como Dios lo había prometido.
Si Jesús dice que Él es la vid verdadera es porque hay una vid falsa. Una rama no tiene vida en sí misma, la rama depende totalmente de estar pegada a la vid, puede ser verde por un tiempo, pero si se corta de la vid, se seca.
Con el paso del tiempo todos dependemos de una vid para poder vivir. O dependemos de una vid verdadera o de una falsa.
De la misma manera, el cristiano no puede producir fruto espiritual si no permanece unido a Cristo. Podemos intentar con nuestras fuerzas ser buenos, justos o productivos, pero Jesús lo resume en una frase contundente: “Separados de mí, nada pueden hacer.”
El propósito de Dios es claro: que demos fruto, fruto que permanezca. El fruto es la evidencia visible de una vida conectada con Cristo.
Pablo a los Gálatas 5:22-23, nos habla de los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fidelidad, dominio propio. No se trata de un esfuerzo humano aislado, sino del resultado natural de una vida arraigada en Jesús.
En cambio Pablo también menciona los frutos de una vid falsa, una vid enferma, una vid que toma su existencia del hombre natural sin Dios.
“Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios.” Gálatas 5:19-21
El Padre, como buen labrador, cuida de la vid y de cada rama. A veces poda, y esa poda duele. Significa quitar cosas que nos estorban, actitudes, hábitos o incluso personas o circunstancias que no nos permiten crecer. Pero esa disciplina no es un castigo, sino un proceso de amor que prepara nuestra vida para dar más fruto.
Tres verdades clave del pasaje:
Jesús es la fuente de vida espiritual. No hay otra fuente, SOLO JESÚS. Nadie, ningún logro, ningún título, ningún pastor, ningún líder, ningún ícono, ningún rezo, ningún esfuerzo humano puede sustituirlo. ¡Cualquier otra fuente no alcanza!
El fruto es la evidencia de que estás conectado(a). No basta con “decir” que seguimos a Cristo; si estamos conectados a Él, nuestra vida dará testimonio.
El Padre poda para que seamos más sanos y multipliquemos más. Las pruebas y correcciones que enfrentamos no son para destruirnos, sino para hacernos más fructíferos.
Aplicación práctica:
Pregúntate: ¿Estoy conectado a la Vid verdadera cada día, o estoy intentando producir fruto por mis propias fuerzas?
Identifica qué áreas de tu vida Dios puede estar podando y míralas como oportunidades de crecimiento, no como pérdidas.
Haz de la oración, la Palabra y la obediencia tu manera diaria de “permanecer en Cristo.”
Oración:
Señor Jesús, gracias porque Tú eres la vid verdadera y me has hecho parte de Ti. Reconozco que separado de Ti no puedo hacer nada. Ayúdame a permanecer en tu amor, a aceptar las podas como parte de mi crecimiento y a dar fruto que permanezca, para que tu nombre sea glorificado en mi vida. Amén.
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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global