
Es Tiempo de Conectar, febrero 003
De maldición a bendición
“En cambio, contrataron a Balaam, hijo de Beor…para que te maldijera. Pero el Señor tu Dios se negó a escuchar a Balaam y convirtió esa maldición en bendición, porque el Señor tu Dios te ama.” Deuteronomio 23: 4-5.
Las maldiciones generacionales son aquellos pecados o consecuencias de pecados que heredamos de nuestros antepasados. Los hijos pueden estar practicando un pecado que sus padres o abuelos practicaban o sufrir los efectos del pecado como herencia de nuestros padres.
La Biblia hace mención de «maldiciones generacionales» en Éxodo 20:5-6:
“Extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos; toda la familia de los que me rechazan queda afectada, hasta los hijos de la tercera y la cuarta generación. Pero derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los que me aman y obedecen mis mandatos.”
Hay realidades espirituales que fácilmente ignoramos y vamos por la vida como en tinieblas. Una madre que maldice a su hija es porque ella muy probablemente recibió una maldición de su propia madre y así se repite de generación en generación.
El enemigo no quiere que te liberes de la cadena de maldición, sin embargo Dios quiere romper esta cadena de maldición que recibimos de nuestros padres.
Jesús vino para liberarnos de la maldición del pecado y a través de Él recibimos libertad.
¿Cómo rompemos con las maldiciones generacionales?
En primer lugar, no existe una maldición que Dios no pueda romper. Jesús vino para liberarnos de la maldición del pecado y sólo por medio de Él somos libres.
“…pero hay una gran diferencia entre el pecado de Adán y el regalo del favor inmerecido de Dios. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, trajo muerte (maldición) a muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón para muchos por medio de otro hombre, Jesucristo” Romanos 5:15.
El don de Dios no puede compararse con el pecado de Adán, porque por un solo pecado vino la condenación, pero el don de Dios vino por muchas transgresiones la justificación.
Para romper una maldición generacional es nesesario creer en Jesús y depositar nuestra fe en Él y arrepentirnos de nuestros pecados y del daño causado a otros. El arrepentimiento genuino se nota en nuestras actitudes y nos lleva por el camino que a Dios le agrada.
“Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” Col. 1:13-14.
Dios busca hombres y mujeres de fe que corten con generaciones de tragedia y maldición y se vean en Cristo por fe quien es el nuevo Adán.
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