Como el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo. Prov.: 27:17.
Afilar no siempre es cómodo pero siempre es necesario. El hierro no afila al hierro a menos que haya algunas chispas en el camino, incluso la mayoría de las veces se calienta.

Desde la antigüedad, los artesanos y agricultores saben que para que una herramienta sea útil, sea una pala, un machete, cualquier herramienta, debe estar bien afilada. Un machete sin filo es ineficaz. Una espada sin filo no sirve para la batalla y para afilar hierro, se necesita hierro y se necesita que haya fricción.

Este proverbio nos recuerda que las personas cercanas que Dios pone a nuestro lado no siempre están para hacernos sentir cómodos, sino para ayudarnos a crecer, a corregirnos, a prepararnos para ser más útiles.

Si deseas una amistad verdadera, esta va a ir más allá de lo superficial.
En el mundo actual, muchos ven la amistad sólo como algo emocional, circunstancial o cómodo:

Tú me caes bien, entonces somos amigos.
Si me corriges, me ofendes.
Si no estás de acuerdo conmigo, te alejo de mi vida.
Sin embargo una amistad auténtica incluye momentos de exhortación, de franqueza, y también ánimo y restauración.
«Las heridas de un amigo sincero son mejores que muchos besos de un enemigo.»

(Proverbios 27:6)
Para crecer es ideal tener relaciones que afilen nuestro carácter.
Todos necesitamos personas que nos reten en amor, que nos confronten con la verdad, que oren por nosotros cuando no queremos ceder, y que nos levanten cuando estamos caídos.

Y a la vez, tú estás llamado a ser ese hierro para otros.

Preguntas para reflexionar
¿Quiénes son las personas que Dios ha usado para afilarme? ¿Las valoro?
¿Eres parte de un grupo pequeño, una célula, donde además de crecer espiritualmente se puede ventilar con sinceridad lo que pasa en tu vida?
¿Cómo reacciono ante la corrección: con humildad o con orgullo?
¿Eres una influencia que edifica o que simplemente entretiene?

Desde hace 25 años, desde que he estado en el ministerio de tiempo completo, he tenido la fortuna de ser parte de un pequeño grupo de hombres. Nos reunimos cada viernes a las 7:30 a.m., presencial o por zoom, ha sido un espacio seguro y de confianza, un espejo que me permite ver cómo soy como hombre, como esposo, como padre y como seguidor de Cristo. Te animo a que procures un tal grupo en tu vida.

Pero ninguna experiencia de fricción, de afilar, se compara con el matrimonio. Es ahí donde uno realmente es conocido y conoce al otro tal como es, sin máscaras ni escondites. En la vida matrimonial no hay manera de ocultar nada… y eso, aunque desafiante, es profundamente transformador.

“Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarlo; pero el que cae y está solo, ese sí que está en problemas. Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas, pueden brindarse calor mutuamente; pero ¿cómo hace uno solo para entrar en calor? Alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente.” Eclesiastés 4:9-12.

El discipulado no ocurre solo en el templo, sino en la fricción del día a día con personas que te llevan a parecerte más a Cristo.

Jesús afiló a Pedro, confrontó a los fariseos y enseñó a los discípulos a través de choques, preguntas y correcciones. No buscaba seguidores cómodos, sino personas afiladas, útiles para el Reino.

Oración
Señor, gracias por las personas que has puesto en mi vida para ayudarme a crecer. Aunque a veces duela, quiero ser moldeado y afilado para cumplir tu propósito. Dame humildad para ser corregido, y sabiduría para afilar a otros con amor y verdad. Haz de mí una herramienta útil en tus manos. Amén.

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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global