Es Tiempo de Conectar, junio 005

Hambre y sed de justicia

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.» Mateo 5:6

«Mi alma se saciará como con el más rico de los alimentos; con labios cantores te alabará mi boca». Salmo 63:5

«Partieron el pan en sus casas y comieron juntos con corazones alegres y sinceros…» Hechos 2:46

Tener hambre de justicia es anhelar lo que Dios anhela. Es el apetito de la nueva creación que se forma dentro de nosotros y que cuando el pueblo de Dios adora unido, parte el pan y vive en unidad, el resultado es más que una comunidad: es un anticipo de la fiesta del cielo.

El hambre no es una carencia, es un diseño de Dios. Dios nos dio hambre, no solo de comida, sino de comunión, de verdad y de Él mismo. El hambre de justicia es un anhelo de que la justicia de Dios dé forma a todo lo que somos:

A nuestros pensamientos, palabras y acciones
A nuestras decisiones
A nuestra adoración
A nuestras relaciones y nuestros hogares
Cuando esta hambre crece en un pueblo, algo sagrado comienza a suceder. Es un momento en que el cielo toca la tierra y descubrimos que el camino de la Biblia es el camino del hambre.

Desde el Edén hasta la Tierra Prometida y hasta la Mesa del Señor, las Escrituras están llenas de personas que aprenden a tener hambre, pero de una manera recta.

Pero ocurrió que los que tenían hambre de poder cayeron mientras que los que tenían hambre de justicia fueron saciados.

El Salmo 63 que cito al comienzo habla de una comida rica, de un festín que satisface el alma.

Y Jesús promete: «Los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados».
No algún día, sino ahora, ya mismo. No sólo espiritualmente, sino en el gozo de la vida diaria que vive con integridad el pueblo de Dios.

Cuando la Iglesia unida tiene hambre
Hechos 2 nos da una imagen de lo que sucede cuando una comunidad está unida alrededor de un apetito santo.
Se dedicaron a escuchar la enseñanza de los apóstoles
Partían el pan todos los días
Alababan a Dios con corazones sinceros
Y crecieron, en alegría, en número y en poder

Esto no fue un avivamiento artificial sino que fue el fruto del hambre compartida. Fruto del hambre de justicia acerca el cielo. Y cuando la Iglesia festeja unida en la verdad, el mundo ve lo que significa vivir en Cristo.

Un anticipo de la gloria
Las Escrituras terminan en Apocalipsis con una comida: la Cena de las Bodas del Cordero (Apocalipsis 19).

El cielo no es un tribunal frío, es una celebración del Cordero y Su Novia. Cuando tenemos hambre de justicia aquí, y nos reunimos alrededor de la Palabra, la mesa y los unos a los otros en amor, practicamos la eternidad ahora.

Nuestra adoración se convierte en fiesta.
Nuestra unidad se convierte en un aroma sagrado.
Nuestras vidas se convierten en una señal de que el Reino no solo está llegando, sino que ya está entre nosotros.

Preguntas claves:
¿De qué tienes hambre en este momento? Sé sincero.
¿Tu apetito está siendo moldeado por el Espíritu o por el mundo?
¿Cómo puedes cultivar el hambre y sed de justicia dentro de la comunidad, en la adoración y comunión?

Oración de Restauración:

Dios justo, despierta en mí hambre de lo que es santo. Permíteme anhelar lo que Tú deseas. Enséñame a deleitarme en Tu Palabra y a encontrar gozo entre Tu pueblo. Que mi hambre me haga humilde. Que me haga santo. Y que atraiga a otros a la mesa de la gracia. Amén.

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Escrito por Jen Wilson, narrado por Juan Bravo, producido por Conectar Global

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