Devocional 006 julio

Es Tiempo de Conectar, julio 006

Transparencia, obediencia y humildad en la vida de Naamán

“¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, no son mejores que cualquier río de Israel? ¿Por qué no puedo lavarme en uno de ellos y sanarme?». Así que Naamán dio media vuelta y salió enfurecido.

Entonces Naamán bajó al río Jordán y se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó!” 2 Reyes 5:12,14.

Transparencia es reconocer la lepra que nadie ve.

En el Antiguo Testamento, tener «lepra» no sólo se refería a una enfermedad de la piel, sino que trascendía a un nivel social y religioso. La lepra era considerada una señal de impureza, tanto física como espiritual, y a menudo se asociaba con el pecado y el castigo divino.

Los arameos eran vecinos de Israel y Naamán era un general respetado, admirado y valiente, todo en él parecía estar bien, excepto su piel.

Detrás de su armadura, había lepra. Y esa lepra representa nuestras heridas, luchas, pecados ocultos o vergüenzas personales.

Lo primero que Naamán tuvo que hacer fue reconocer su necesidad. Tuvo que aceptar que, por muy fuerte que fuera ante los hombres, había algo que necesitaba de un milagro y que solo Dios podía sanar.

No puede haber restauración sin transparencia.
Dios no bendice lo que fingimos, sino lo que exponemos ante Él con honestidad.

Obediencia: seguir la instrucción completa
Naamán quería que Eliseo hiciera algo extraordinario. Esperaba oraciones fuertes, gestos visibles, tal vez un espectáculo espiritual, pero lo que recibió fue una simple orden:

“Ve y lávate siete veces en el Jordán.”
Y eso le molestó. ¿Por qué ese río? ¿Por qué algo tan básico?
Porque obedecer a Dios no siempre se trata de lógica, sino de fe.
Dios no necesita fórmulas impresionantes; Él busca corazones obedientes.
La obediencia parcial no trae resultados completos. La sanidad vino solo cuando Naamán obedeció al pie de la letra.

Humildad: bajarse del caballo y meterse al río

Para obedecer, Naamán tuvo que bajarse de su estatus, quitarse la armadura, dejar el título y admitir su necesidad delante de todos. Tuvo que entrar al río como cualquier hombre que se humilla y que está dispuesto a recibir la sanación..

La humildad es el puente entre la instrucción de Dios y el milagro de Dios. La verdadera transformación empieza cuando somos transparentes, obedientes y humildes ante Dios.

Sin humildad, sin quitarnos nuestras máscaras y sin reconocer que somos muy poco delante de Dios, no hay una transformación duradera. Pero cuando Naamán se humilló, Dios lo restauró por completo: no solo en su piel, sino en su corazón.

Oración
Señor, hoy reconozco que muchas veces llevo armaduras para esconder lo que me duele. Pero tú ves más allá de lo externo. Ayúdame a ser transparente, a obedecer aunque no entienda del todo, y a caminar en humildad, sabiendo que el orgullo solo retrasa tu obra en mí. 

Hoy quiero entrar en el “río del Jordán”, rendido y confiado, para que tú hagas lo que yo no puedo. Amén.

Te animamos a que dones en el siguiente enlace https://conectarglobal.org/donaciones/ . Así nos apoyarás a seguir con este hermoso servicio de llegar a muchas más personas.

Y que hagas uno de nuestros cursos en ⁠www.conectarglobal.org⁠ que son sin costo alguno.

Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global

Dar clic a la siguiente imagen para entrar a los cursos

Si el mensaje ha hablado a tu vida, deja un comentario a continuación.