Es Tiempo de Conectar, marzo 006

Tejiendo Mi Vida en Cristo

“En esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Enseguida, al subir del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. También se oyó una voz que desde el cielo decía: «Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo».” Marcos 1:9-11
Iniciación en el ministerio

En el primer siglo, Galilea estaba llena de trabajadores calificados en oficios como la carpintería, la pesca y el tejido. Para prosperar en estas profesiones, muchos artesanos establecían asociaciones comerciales. Estas asociaciones no se limitaban al trabajo sino que proporcionaban un sentido de identidad, pertenencia y propósito. Los nuevos miembros solían ser iniciados con ritos de aceptación, que afirmaban su lugar en la comunidad y su papel en el oficio.

En Marcos 1:9-11, Jesús experimenta una especie de iniciación, no en un gremio de artesanos, sino en su ministerio público. Su bautismo por Juan en el Jordán marcó un punto de inflexión. Aquí, Jesús sale de su vida tranquila y privada en Nazaret y es identificado públicamente como el Hijo amado de Dios. Este momento es rico en significado, no sólo para Jesús sino para nosotros como sus seguidores.

Así como el asociarse entre sí les daba a los artesanos un lugar al cual pertenecer, el bautismo de Jesús revela la comunidad a la cual estamos invitados: la familia de Dios. Por medio del bautismo, somos iniciados en una vida de discipulado, convirtiéndonos en aprendices de Cristo y uniéndonos a una comunidad que sobrepasa el tiempo y el espacio.

Tres elementos claves del bautismo de Jesús se destacan cuando reflexionamos sobre nuestra propia iniciación en el reino de Dios:

Una identificación pública
El bautismo de Jesús no fue privado. Fue presenciado por otros. El bautismo declara públicamente que pertenecemos a Dios y somos parte de su obra en el mundo.

La presencia del Espíritu
Cuando el Espíritu descendió sobre Jesús, le dio poder para el ministerio que le esperaba. De la misma manera, en nuestro bautismo, el Espíritu Santo nos capacita para vivir y trabajar como discípulos, sin importar nuestro oficio o llamado.

La afirmación del Padre: La voz de Dios declara:“«Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo».”. Esta declaración no solo fue para Jesús; es un recordatorio para nosotros de que en Cristo, somos amados y aceptados por Dios, no por nuestro trabajo, sino por Su gracia.

De la misma manera que los artesanos de Galilea encontraron su lugar por medio de las asociaciones, el bautismo nos invita a una comunidad más grande: una vida compartida con Cristo y su pueblo. Es a la vez una iniciación y un empoderamiento que nos llama a trabajar, a vivir y a amar como aprendices de Dios en el mundo.

Oración
Señor, gracias por invitarme a tu familia a través del bautismo. Ayúdame a recordar que te pertenezco y que tu Espíritu me capacita para el trabajo que me has llamado a hacer. Que pueda vivir como un aprendiz fiel, encontrando alegría y propósito en la comunidad de tu pueblo. Amén.

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