
Es Tiempo de Conectar, junio 007
Cuando la atmósfera cambia
«Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento…” Hechos 2:1–2.
«¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva, pues lo hace con autoridad! Da órdenes incluso a los espíritus malignos y le obedecen». Marcos 1:27.
» El primer hombre era del polvo de la tierra; el segundo hombre, del cielo… Y, así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.». 1 Corintios 15:47, 49.
Los últimos días antes de Pentecostés estaban llenos de tensión santa y el reino espiritual se estaba sacudiendo. Cuando el Espíritu de Dios desciende, las tinieblas tienen qué huir. En este momento, es como si este silencio fuera a ser el último respiro de un viejo mundo jadeando bajo el peso de un Reino que está a punto de irrumpir
Hay momentos en los que se pueden sentir los cambios en el aire, antes de que llegue la tormenta.
Este momento es del cual estamos hablando.
Los discípulos no saben con certeza lo que está por venir, pero el cielo y el infierno sí lo saben.
¿A dónde se ha ido el enemigo con todas sus huestes de demonios?
En los Evangelios, nos damos cuenta la manera cómo los espíritus impuros interrumpen el servicio en las sinagogas, perturban las ciudades y atormentan vidas. Pero en las primeras escenas de Hechos, ¿dónde están? No se habla de exorcismo, no hay brotes de demonios en el aposento alto, no hay un caos maligno que detenga la reunión.
¿Por qué?
Porque el ambiente no era el mismo y Jesús resucitado ya había desarmado principados
y el espacio ha sido santificado por la espera, la oración y el refinamiento. La habitación está llena de aquellos que solían ser frágiles, pero que ahora se encuentran listos para las llamas.
Los demonios no gritan porque ya están en retirada. El verdadero y último enemigo, la muerte, fue derrotado a través de la resurrección de Jesucristo. El diablo, los espíritus impuros y el mal se marchitan en presencia de la santidad.
Recordemos que la muerte era el enemigo pues Jesús dijo que el enemigo vino para matar, robar, destruir y mentir, este es el engañador que se menciona desde el principio. (Juan 8:42-44.)
El Espíritu Santo no solo llega para llenar espacios vacíos sino que llega para confrontar.
El Espíritu llega con viento, fuego y expresión.
¡También con autoridad!
El mismo Jesús que silenció a los demonios en las sinagogas llegó para morar en Su pueblo.
Y Su Espíritu no comparte espacio con la impureza.
Esta es la resurrección en acción: la Nueva Creación está irrumpiendo.
Las fortalezas de la vieja creación se están derrumbando y el Espíritu no está aquí susurrando, sino que llegó para hacerse cargo.
Los practicantes deben estar preparados, se acabó la teoría, esto se llama santificación completa: una vida tan entregada al Espíritu que la santidad se convierte en una forma de ser, no solo evitando el pecado, sino llevando presencia. Y esa presencia lo cambia todo.
No es de extrañar que los demonios permanezcan callados pues saben lo que viene.
Preguntas claves:
¿Estás listo para el tipo de santidad que cambia las atmósferas?
¿Está tu vida siendo refinada para dar espacio a una autoridad llena del Espíritu?
¿Qué impureza en tu propia alma está siendo expulsada, no por vergüenza, sino por fuego?
Oración de Restauración:
Espíritu Santo, lléname de tal manera que no queden tinieblas. Cambia la atmósfera en mí. Santifica mi mente, mi boca, mis motivos. Dame el honor de portar Tu presencia con reverente osadía. Hazme una vasija que se enfrente a la oscuridad, no con ruido, sino con fuego. Amén.
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Escrito por Jen Wilson, narrado por Juan Bravo, producido por Conectar Global