Es Tiempo de Conectar, diciembre 010

¿Hasta cuándo, Señor?

“El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado.” Salmos 34:18

Juan Acosta fue una persona cercana, nunca se quiso casar pues quería quedarse viviendo con sus hermanos y apoyarlos en todo sentido pero un día uno de ellos cayó enfermo con cáncer, muchos oramos por él, Juan creía que por la misericordia de Dios iba a sanar, pero lo que no esperaban ocurrió y su hermano pasó a mejor vida. ¡Una gran tristeza!

Juan, se enojó con Dios, en medio del duelo no quiso hablar con nadie, dejó de ir a la iglesia por un tiempo y se aisló pues su espíritu estaba destrozado.

Mi buen amigo Josué, perdió a su linda esposa, ambos en la flor de la vida con una hermosa niña a quien levantar, pero ella murió de cáncer a pesar de los ruegos de ellos y de muchos. Tiene el espíritu destrozado.

Nuestra propia hija Catalina con un mes de casada con Jason, el amor de su vida, un excelente muchacho, Dios se lo llevó y quedamos con nuestro espíritu destrozado, sin palabras sólo lágrimas.

Hay momentos muy difíciles donde el dolor es tan profundo que las palabras no alcanzan, se siente soledad y como dice el salmista, el espíritu está destrozado y si el espíritu está destrozado, se siente que no hay futuro y quedamos atrapados en las circunstancias.

Esos momentos llenos de interrogantes, cuando no te provoca orar, cuando todo se vuelve una carga pesada también son sagrados, afortunadamente la Biblia no las esconde sino que al contrario las expresa.

La Biblia habla mucho sobre quebrantamiento, del valle de sombra y de muerte, de la noche oscura, del llanto que dura toda la noche.

En medio de esto ocurre que su gracia nos sostiene, que Dios nunca está más cerca que cuando el corazón está más roto porque Su compasión es inmensa.

No te afanes en salir rápido del duelo a pesar de tener personas a tu alrededor que con buenas intenciones preguntan cosas necias como que ¿ya superaste el duelo? ¿Hola, estás mejor?

Lo bueno es que la bondad de Dios camina a nuestro propio ritmo, no elimina nuestra tristeza, sino que Él mismo nos ayuda a cargarla.

Jesús lleno de bondad y compasión al ver a las multitudes extraviadas dijo en Mateo 5:4, “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.”

Jesús bendice a los que lloran no porque el llorar sea bueno, sino porque Él promete encontrarlos allí.

Jesús honra las lágrimas, dignifica el duelo y se inclina para escuchar oraciones que ni siquiera logramos que salgan de nuestra boca.

Sin embargo Dios ve la herida que no somos capaces de explicar y el quebranto que no podemos expresar.

La buena noticia es que mientras el espíritu está destrozado, Dios es el único amigo fiel que nos sostiene cuando no podemos ni queremos levantarnos; Dios no nos exige que seamos fuertes, sino que Él mismo promete que nos va a sostener.

“Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” Salmo 73:26.

Cuando nos encontramos así, podemos descansar pues Dios no requiere que seamos fuerte, no es necesario pretender, ni entender ni procesar nada. Dios mismo es nuestra fuerza, Él en Su tiempo nos va a restaurar.

“Por eso es bueno esperar en silencio la salvación que proviene del Señor.” Lamentaciones 3:26

Dios recoge cada lágrima. La Biblia dice algo sorprendente y hermoso en el Salmo 56:8: “Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas.”

¿Sabes qué? Que ninguna lágrima es en vano, que ningún sollozo pasa desapercibido y no ignora ningún día de tu dolor profundo.

Sin embargo declaramos que Él hará brillar la luz de nuevo, así sea lentamente. David declaró en el Salmo 30:5, “El llanto puede durar toda la noche, pero la alegría llega con la mañana.”

La mañana no significa olvidar ni fingir. La mañana significa que Dios no va a permitir que este duelo, esta tristeza profunda, este luto, sea el final de la historia y que el amanecer del nuevo día va a ir llegando de a poco.

Así como cuando amanece, primero aparece un hilo de luz en el horizonte, después un resplandor, luego un día nuevo, así mismo Dios nos va a acompañar en ese amanecer a cada uno de los que estamos de luto.

Oración

Señor, venimos a tí con el corazón roto y el espíritu destrozado, ni sabemos cómo orar, no nos salen las palabras. Por favor acércate en esta noche profunda. Abrázanos con aquella ternura que sólo puede venir de Ti, guarda nuestras lágrimas como semillas que algún día traerán consuelo. Camina con nosotros en este valle. Amén.

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