Devocional 014 septiembre

Es Tiempo de Conectar, septiembre 014

Una madre apasionada y una discípula fiel

“Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.” (Mateo 27:56)

La Biblia no menciona directamente el nombre de la madre de Santiago y Juan (los hijos de Zebedeo), pero se llega a la conclusión de que era Salomé al comparar los relatos de los evangelios sobre las mujeres presentes en la crucifixión.

Salomé no es un personaje muy mencionado en los evangelios, pero lo poco que sabemos de ella es que era nada más y menos que la madre de dos de los discípulos más cercanos a Jesús: Santiago y Juan.

Leemos en Marcos 3:17, “Santiago y Juan (los hijos de Zebedeo, a quienes Jesús apodó «hijos del trueno».”

Ella se unió a la jornada como discípula de Jesús supongo que bajo la influencia de sus dos hijos y al ser testigo del impacto tan poderoso del Maestro, llega el momento y se acerca a Jesús con un pedido ambicioso, leamos:

“Entonces la madre de Santiago y de Juan, hijos de Zebedeo, se acercó con sus hijos a Jesús. Se arrodilló respetuosamente para pedirle un favor. —¿Cuál es tu petición? —le preguntó Jesús. La mujer contestó: —Te pido, por favor, que permitas que, en tu reino, mis dos hijos se sienten en lugares de honor a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.” Mateo 20:20-21.

Esta ambiciosa solicitud muestra su pasión y deseo de ver a sus hijos en lugares de honor en el Reino, sin embargo es evidente su pobre entendimiento del verdadero carácter del Reino.

Jesús aprovechó esta oportunidad para enseñar un valor importante y que la grandeza no se mide por la posición que se tenga, por el título, sino por el servicio y el por el precio.

Es muy probable que ella supiera que a Dios le gusta que pensemos en grande, que no nos conformemos sino que aspiremos y hagamos peticiones ambiciosas.
¨Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo. Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo, por eso luchan y les hacen la guerra para quitárselo. Sin embargo, no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios. 

Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer.” Santiago 4:2-3.

Sin embargo, lo que también vemos de Salomé es que no usa tramas para lograr lo que desea sino que muestra perseverancia como discípula.

Ella estuvo con Jesús hasta el final, hasta la crucifixión, en los momentos más difíciles: estuvo junto a la cruz (Mateo 27:56) y fue una de las mujeres que, el domingo de resurrección, fueron al sepulcro con perfumes para ungir el cuerpo de su Maestro (Marcos 16:1). No huyó ni se alejó en medio del dolor y de la prueba, sino que permaneció fiel.

¿Qué podemos aprender de Salomé?
Fue una madre con ambiciones: A veces como padres pedimos cosas para nuestros hijos que reflejan más nuestras ambiciones que el plan de Dios. Jesús nos recuerda que el camino a la grandeza es el servicio y no los títulos o la posición.

Fue una discípula que no tropezó ni se rindió, fue con Jesús hasta la cruz y estuvo en la tumba vacía. Su fe no se apagó por las pruebas ni las decepciones.

Tuvo un corazón puro pues pasó de buscar posiciones de poder a ser testigo del poder de la resurrección.

Si eres padre o madre, ora no para que tus hijos tengan títulos o posiciones, sino para que sean siervos fieles de Cristo y cuando enfrentes momentos de dolor o decepción, permanece cerca de Jesús, como lo hizo Salomé al pie de la cruz.
Permite que tu ambición se transforme en misión: más que buscar reconocimiento, busca servir y ser fiel.

Oración:
Señor, gracias por la vida de Salomé, una mujer que nos recuerda que tu Reino no es de posiciones sino de servicio. Ayúdame a ser fiel en los momentos difíciles, a confiar en tus planes para mi vida y la de mi familia, y a permanecer junto a ti hasta ver la gloria de tu resurrección. Amén.

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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global

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