
Es Tiempo de Conectar, septiembre 015
Los que tienen hambre y sed de justicia
“«De entre todas las familias de la tierra, solo con ustedes he tenido una relación tan íntima…” Amós 3:2
Este versículo nos recuerda algo profundo: Israel no era el pueblo más numeroso, ni el más fuerte, ni el más atractivo entre las naciones. Dios lo escogió, no por mérito, sino por amor y por gracia. Y lo escogió para relacionarse de una manera íntima con él, no solo para recibir privilegios, sino para ser sal y luz, para hablar por medio de él a las naciones.
A veces lamentablemente pensamos que somos las peores personas, que no hay nadie más caótico que nosotros. Pero Romanos 3:23 dice que todos pecaron y están destituidos de la gloria (excelencia) de Dios.
Todos, sin excepción, sea hombre, mujer, niños, personas de cualquier nacionalidad tenemos un problema que se llama pecado. Pero la gran noticia es que Dios ha respondido a nuestro dilema.
Cuando San Agustín encontró la respuesta en el año 386, una luz clara inundó su corazón.
Algo similar ocurrió con Martín Lutero quien siendo sacerdote católico y al leer el libro de Romanos entendió que no hay nadie bueno. Una vez comprendió la gracia, años después, en 1517, comenzó la Reforma.
Juan Wesley era un sacerdote anglicano en el año 1738 cuando al escuchar un sermón que explicaba Romanos se dio cuenta de que la salvación se obtiene por fe en Jesucristo solamente y no por ningún esfuerzo; allí, cuenta él, sintió una extraña conmoción y se sembraron las semillas de un avivamiento.
En cada caso, incluído el mío, sus vidas cambiaron radicalmente al comprender «la justicia de Dios». Cuando esto ocurre, se convierte en un punto de inflexión. El momento en que alguien comprende esta verdad, su vida cambia.
“Crecí en un ambiente de conflicto», escribe Joyce Meyer, «y eso era todo lo que conocía. Tuve que aprender una forma de vida completamente nueva. Ahora soy adicta a la paz. En cuanto mi paz desaparece, me pregunto cómo la perdí y empiezo a buscar maneras de recuperarla.”
1 Pedro 3:10-12, dice,
“’El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal y sus labios no hablen engaño; apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala, porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.”
Dios ha prometido darnos paz pero esa paz hay qué procurarla y cuando la obtienes debes seguirla y hacer todo a tu alcance por no perderla.
Esto no significa que no vas a tener conflictos, presiones, dificultades, pruebas, batallas y que la vida va ser color de rosa, sin embargo en medio de todo, Dios ha prometido darte su paz.
“El amor inagotable y la verdad se encontraron; ¡la justicia y la paz se besaron! La verdad brota desde la tierra, y la justicia sonríe desde los cielos. Sí, el Señor derrama sus bendiciones, y nuestra tierra dará una abundante cosecha. La justicia va delante de él como un heraldo, preparando el camino para sus pasos.” Salmos 85:10-13
Esta paz proviene de escuchar al Señor y está estrechamente relacionada con la justicia.
El salmista dice: «La justicia y la paz se besan» (v. 10b).
Así como el amor y la fidelidad van de la mano (v. 10a), también lo hacen la justicia y la paz.
“Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros.” Romanos 5:1.
La paz es fruto de la justicia y viene de vivir en una relación correcta con Dios.
Oración:
Señor, gracias por llamarme a una relación íntima contigo. Ayúdame a valorar ese privilegio y a vivir de manera que tu cercanía se refleje en cada área de mi vida. Amén.
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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global