
Es Tiempo de Conectar, junio 017
Cuando el cielo se queda callado
“Ahora bien, Sarai, la esposa de Abram, no había podido darle hijos; pero tenía una sierva egipcia llamada Agar.
Entonces Sarai le dijo a Abram: «El Señor no me ha permitido tener hijos. Ve y acuéstate con mi sierva; quizá yo pueda tener hijos por medio de ella». Y Abram aceptó la propuesta de Sarai.
Entonces Sarai, la esposa de Abram, tomó a Agar, la sierva egipcia, y la entregó a Abram como mujer. (Esto ocurrió diez años después de que Abram se estableció en la tierra de Canaán). Así que Abram tuvo relaciones sexuales con Agar, y ella quedó embarazada; pero cuando Agar supo que estaba embarazada, comenzó a tratar con desprecio a su señora, Sarai.” Génesis 16:1-4
“Oh Señor, ¿hasta cuándo te olvidarás de mí? ¿Será para siempre? ¿Hasta cuándo mirarás hacia otro lado?” Salmos 13:1
¿Te ha pasado que oras y no pasa nada? ¿Que oras a Dios, pero el cielo se queda mudo?
Sara y Abraham lo vivieron en carne propia pues Dios les había prometido un hijo, un descendiente y los años pasaban, y nada. Y entonces Sara quiso arreglar el problema con una gran idea y dijo a Abraham:
“Dios no me ha dado hijos… así que duerme con mi sierva” (Génesis 16:2).
Ojo con estas grandes ideas que suenan tan lógicas pues el hombre no se está poniendo más jóven sino todo lo contrario, sin embargo Dios no les había dicho “no”, o que había cambiado de parecer, solo que aún no les había llegado el momento y debían seguir esperando.
Y ahí es donde muchos nos equivocamos: Confundimos el silencio de Dios con la ausencia de Dios.
El silencio duele… pero también forma.
“¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?” Salmo 13:1
Aún David, el hombre conforme al corazón de Dios, tuvo noches donde sintió que Dios lo había dejado en visto. Pero escucha esto con el corazón abierto:
El silencio de Dios no es abandono. El silencio de Dios es formación.
Dios no estaba castigando a Abraham y Sara sino que estaba fortaleciendo su fe para lo que venía. Dios quería que supieran que todo este asunto de un descendiente era su propia iniciativa.
Pero a todos nos pasa que cuando el silencio nos desespera, tomamos atajos
El problema de tomar decisiones en medio del silencio es que empiezas a confiar más en tu lógica que en Su promesa.
Y fue así cómo nació Ismael, el hijo del apuro, del impulso, del «Dios que no hizo nada, así que yo voy a hacer algo».
¿Y sabes qué? Las decisiones nacidas de la impaciencia siempre nos cuestan caro.
¿Qué hacer cuando Dios no responde cuando lo queremos o necesitamos que responda?
No tomes decisiones trascendentales por coyunturas temporales.
Regresa a tu intimidad con Él y reclama Sus promesas para tu vida. Si no hay palabra nueva, vive con fidelidad la palabra pasada.
No confundas espera con abandono. Lamentaciones 3:25-26: “Bueno es el Señor con quienes esperan en él, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente la salvación del Señor.”
Oremos:
Señor, no quiero que por mi impaciencia me aleje de tu plan y tome decisiones equivocadas. Aunque no entienda tus silencios, quiero aprender a confiar en tu tiempo. Enséñame a esperar sin desesperar. A confiar sin ver. A recordar que aunque tú estés en silencio, sigues teniendo el control y sigues siendo Dios. Amén.”
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Escrito y narrado por Juan Bravo, producido por Conectar Global