Es Tiempo de Conectar, abril 019

El Rey que lo Dio Todo

“¿Eres tú el Rey de los judíos?”, le preguntó Pilato. “Tú mismo lo dices,” respondió. (Marcos 15:2)

Marcos 15 nos lleva a través del segundo juicio de Jesús ante los funcionarios públicos, su crucifixión y su entierro. En este capítulo, vemos dos tipos de autoridad muy diferentes: la autoridad de Pilato, un gobernador romano, y la autoridad de Jesús, el Rey de Reyes. El poder de Pilato viene de Roma, pero la autoridad de Jesús viene del cielo. Y mientras Pilato usa su posición para evitar conflictos, Jesús usa su autoridad para traer salvación.

La historia de Marcos 15 no trata sólo de la muerte de Jesús, sino de su amor por nosotros. Él lo dio todo, incluso su vida, para El Rey que lo Dio Todo a que pudiéramos recibir la mayor herencia de todas: la vida eterna como hijos de Dios. Pilato representa perfectamente a la autoridad terrenal. Sabe que Jesús es inocente, pero cede a la presión de la multitud. Cuando le pregunta a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?», Jesús lo confirma de una manera tranquila y poderosa: «Tú mismo lo dices.» (Marcos 15:2).

Jesús no pelea ni se defiende pues Su misión es mayor que cualquier reino terrenal. Bartimeo, el ciego, llamó a Jesús Hijo de David, un título para el Rey prometido que salvaría a su pueblo. Pilato, sin saberlo, lo confirma colocando un cartel en la cruz que dice: «El Rey de los judíos» (Marcos 15:26). El reino de Jesús se basa en el amor, el sacrificio y en guiar a las personas de regreso a Dios.

La cruz, el amor que pagó el precio
La cruz fue una manera cruel y dolorosa de morir. Jesús fue objeto de burlas, golpeado y clavado en la cruz. Pero incluso en su sufrimiento, Jesús pensó en nosotros. Observe que aquí se utiliza el idioma arameo cuando Jesús exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Marcos 15:34). 

Estaba asumiendo el peso de todos nuestros pecados. El pecado nos separa de Dios, pero Jesús eligió llevar esa carga para que nosotros no tuviéramos que hacerlo.

La herencia sólo llega cuando muere el heredero legítimo. Jesús es el Hijo de Dios, el verdadero heredero del cielo. A través de su muerte, hizo posible que heredáramos la vida eterna. Al creer en él, nos convertimos en hijos de Dios, adoptados en su familia y herederos de su reino (Romanos 8:17).

Cuando Jesús murió, sucedió algo asombroso: el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo (Marcos 15:38). Este velo separaba al pueblo del Lugar Santísimo, donde habitaba la presencia de Dios. Al rasgar el velo, Dios estaba mostrando que la muerte de Jesús abrió el camino para que todos se acercaran a Él. Ya no necesitamos sacrificios ni sacerdotes que se interpongan entre nosotros y Dios pues Jesús mismo abrió el camino.

Como una poderosa confirmación, un centurión romano presenció la muerte de Jesús y exclamó: “¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!” (Marcos 15:39).

Incluso en la muerte, la autoridad y el amor de Jesús eran innegables. Este capítulo nos desafía a confiar en Jesús como nuestro Rey. Su autoridad no es como la de Pilato, débil y dominada por otros. La autoridad de Jesús está llena de amor, fuerza y verdad. Él dio todo por nosotros, y ahora nos invita a vivir como hijos de Dios, compartiendo su herencia y su misión.

Puntos claves
Jesús es el verdadero Rey: Mientras Pilato representaba el poder terrenal, Jesús nos mostró cómo es la verdadera autoridad: servir y sacrificarse por los demás.
Nuestra herencia viene a través de Jesús: La muerte de Jesús hizo posible que seamos parte de la familia de Dios y compartamos su reino eterno.

El telón se rasga : a través de Jesús, tenemos acceso directo a Dios. Podemos acudir a Él en cualquier momento, sabiendo que nos escucha y nos ama.

Oración
Jesús, Tú eres mi Rey. Gracias por darme todo, hasta tu vida, para que yo pudiera ser parte de la familia de Dios. Ayúdame a confiar en Ti y a seguir Tu ejemplo de amor y sacrificio. Gracias por rasgar el velo y abrirme un camino para acercarme a Dios. Quiero vivir como un hijo de Tu reino, compartiendo Tu amor con los demás. Amén.

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Escrito por Jen Wilson, narrado por Juan Bravo, producido por Conectar Global

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