
Es Tiempo de Conectar, mayo 023
Cuando las cicatrices permanecen
“ Entonces le dijo a Tomás: “Pon tu dedo aquí; mira mis manos. Extiende tu mano y métela en mi costado.” Juan 20:27
“Él fue herido por nuestras transgresiones… y por sus heridas fuimos nosotros sanados.” Isaías 53:5
La resurrección no acaba con nuestro sufrimiento sino que lo transforma. Jesús aún lleva sus cicatrices, y en ellas encontramos sanación y esperanza. Cuando las heridas de la vida persisten, no nos descalifican sino que son prueba de que hemos sido tocados tanto por el dolor como por la gracia.
Tomás necesitaba una prueba y Jesús no lo avergonzó por ello. No lo reprendió. Lo invitó a acercarse, a tocar, a sentir, a ser testigo de ello. El Rey Resucitado dice: «Toca mis cicatrices».
Jesús no volvió como si nada le hubiera pasado, regresó sanado, pero marcado.
Las cicatrices no son ausencia de sanidad, son la evidencia de que fuimos sanados.
A menudo oramos para que la resurrección signifique un retroceso:
Que no haya más dolor
Que no queden recuerdos
Que no exista señal alguna de lo que atravesamos
Pero Jesús regresa con cicatrices visibles. No heridas reabiertas. No señales vergonzosas. Sino una prueba sagrada de que la sanación ha tenido lugar. La resurrección no significa que el dolor nunca existió, significa que la muerte no tiene la última palabra.
Recuerda, la muerte es el enemigo supremo, que ahora está vencido.
¿Qué pasa con nuestras cicatrices?
Algunos de nosotros caminamos con cicatrices que otros no pueden ver:
La cicatriz de perder un hijo
La cicatriz de una enfermedad crónica o angustia mental
La cicatriz del rechazo, la traición o la pérdida.
Puede que sigas con esas cicatrices toda la vida, pero eso no significa que estés menos sanado, ni que Jesús tenga menos poder, significa que eres testigo.
Tu vida se convierte en una declaración de fe, una fe que dice “aunque”…Aunque hubo fuego, Dios fue fiel en medio de él. Tu testimonio no indica tu fuerza, sino Su presencia.
El Sanador Herido camina contigo.
Isaías 53 nos dice que Jesús fue:
“Varón de dolores, experimentado en quebranto.”
“Herido por nuestras rebeliones.”
“Por Sus llagas fuimos nosotros sanados.”
Él no se avergüenza de las heridas. Entonces, ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros?
Jesús no espera a que hayas “superado” el dolor para empezar a usarte. Se adentra en tu historia como Aquel que sabe exactamente lo que se siente.
Preguntas claves:
¿Qué cicatrices sigues teniendo y has intentado ocultar?
¿Puedes imaginar que Jesús quiere usar estas cicatrices?
¿Y qué tal si tu herida más profunda es el lugar donde Su presencia puede brillar con mayor claridad?
Oración de restauración:
Jesús, resucitaste y aún tienes cicatrices. Gracias por mostrarme que sanar no siempre significa olvidar. Enséñame a apreciar lo que he sufrido, a confiar en ti lo que queda y a creer que no has terminado conmigo. Usa mis cicatrices para contar la historia de tu fidelidad. Amén.
Te animo a que hagas uno de nuestros cursos en www.conectarglobal.org que son sin costo alguno.
Escrito por Jen Wilson, narrado por Juan Bravo, producido por Conectar Global