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Es Tiempo de Conectar, enero 26

Dios ha puesto eternidad en ti

“¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” Eclesiastés 3:9-11.

Todo lo que Dios ha hecho es hermoso, las flores, las aves, las montañas, los desiertos, los ríos con sus poderosos caudales, absolutamente todo, pero solamente el hombre posee el concepto de la eternidad.

Todas las civilizaciones han desarrollado, en cierto grado, el concepto de la inmortalidad, como los egipcios, los Incas, los Aztecas, el budismo, el Islam y muchos otros.

Experimenté en carne propia la brevedad de la vida y la realidad de la vida eterna cuando un día sufrí un atentado y hasta el día de hoy conservo una bala en la parte baja de uno de mis glúteos, sólo por robarme.

Mientras me recuperaba leí Mateo 6:19-21,

“No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.”

Varias inquietudes se crearon en mi vida como resultado de esa experiencia de vida o muerte.

¿Soy eterno?
¿Cómo amontono riquezas en el cielo?
¿Qué voy a encontrar después de mi muerte?

“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente alcance sabiduría.” Salmo 90:12.

Lo cierto es que un día será destruida según 2 Pedro 3:10

“’Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se desharán con un ruido espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, quedará sometida al juicio de Dios.”

Lo que es cierto es que usted y yo vamos a morir.

“Somos seres inmortales que vivimos en cuerpos mortales que están destinados a ser transformados en cuerpos que nunca van a perecer.
Pues nuestra naturaleza corruptible se revestirá de lo incorruptible, y nuestro cuerpo mortal se revestirá de inmortalidad.

Y cuando nuestra naturaleza corruptible se haya revestido de lo incorruptible, y cuando nuestro cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad, se cumplirá lo que dice la Escritura: La muerte ha sido devorada por la victoria.
¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?” 1 Corintios 15:53-55a.

Dios ha reservado un lugar en nuestros corazones que añora la eternidad y que ninguna cosa en la tierra puede llenar.

El concepto que tenemos de la eternidad hace que añoremos algo duradero. Los patriarcas añoraban esa ciudad celestial que tenía una fundación diferente a las de nuestras moradas terrenales.

“Todas esas personas murieron sin haber recibido las cosas que Dios había prometido; pero como tenían fe, las vieron de lejos, y las saludaron reconociéndose a sí mismos como extranjeros de paso por este mundo.” Hebreos 11:13.

Nuestra morada corporal terrenal está limitada a la carne y el tiempo, pero la morada espiritual que el Señor ha preparado para nosotros no está limitada a ninguna de estas cosas

2 Corintios 4:16-18,

“Por eso no nos desanimamos. Pues aunque por fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día. Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mucho más grande y abundante.
Porque no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, ya que las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas.”

Cuando lleguemos al final de esta vida, no habrá más tiempo para arrepentirnos ni para hacer lo bueno, no habrá más tiempo para construir o juntar ya que todo el trabajo habrá llegado a su fin.

Cuando el tiempo fluya al océano de la eternidad, ¿estarás listo?

¡Estás a tiempo para cambiar tu rumbo, hoy es el tiempo para la salvación!

“Por lo tanto, cuiden mucho su comportamiento. No vivan neciamente, sino con sabiduría.” Ef. 5:15.

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