▷Sentados a la mesa con Jesús

Es Tiempo de Conectar, abril 03

Sentados a la mesa con Jesús

Mateo 26:17-20 “El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua? Él les respondió que fueran a la ciudad, a la casa de cierto hombre, y le dijeran: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca. Voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.

Los discípulos hicieron entonces como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

Al anochecer, Jesús estaba sentado a la mesa con los doce. Mientras comían, les dijo: Les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar.”

Tengo la imagen en mi mente de un Jesús que se sienta a la mesa a compartir con sus amigos, algunos fieles, otros traicioneros, unos sinceros y otros hipócritas. Todos sentados con Él a la mesa y todos siendo servidos por el mismo Jesús comiendo con Él en Su última cena.

Vers. 22-29 continúa diciendo que, “Ellos se entristecieron mucho, y uno por uno comenzaron a preguntarle: ¿Acaso seré yo, Señor?

El que mete la mano conmigo en el plato es el que me va a traicionar, respondió Jesús. A la verdad el Hijo del hombre se irá, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido. ¿Acaso seré yo, Rabí? le dijo Judas, el que lo iba a traicionar. Tú lo has dicho, le contestó Jesús.

Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles: Tomen y coman; esto es mi cuerpo. Después tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles: Beban de ella todos ustedes. Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.

Después de cantar los salmos, salieron al monte de los Olivos.”

En el Antiguo Testamento y para los judíos, la Santa Cena, era una celebración conocida como la Pascua.

En Éxodo 12:1-13, explica la manera cómo iban a festejar la liberación de Israel de Egipto y recordar de allí en adelante lo que Dios hizo por ellos.

Cuando comparamos la Pascua con el sacrificio de Jesús en la Cruz, vamos a encontrar algunas similitudes sorprendentes. La Pascua se caracteriza por la selección de un cordero para ser sacrificado el cual debía ser sin defecto. Jesús fue ese cordero sin defecto alguno, sin pecado, que se entregó por nosotros ofreciendo su vida como sacrificio vivo. ¡Nadie más amoroso que Aquel que dio su vida por ti y por mí!

Los israelitas tenían una sola forma de salvarse de la muerte y de las plagas de Egipto y esta era poniendo la sangre de ese animal inocente en los dos postes y el dintel de sus casas.

Hay una sola forma para que nosotros podamos salvarnos de la muerte, la enfermedad y la miseria del mundo de hoy y es dejando que la sangre de Jesús toque nuestras vidas.

La paga del pecado es la muerte pero la sangre de Jesús trae vida. Ya la muerte no nos puede hacer daño, por más guerras y hambre que haya en el mundo, la muerte no es para nosotros sino la vida en Cristo Jesús.

Dios ordenó que celebraran y recordaran esta fecha y se convirtió en algo parecido al día de la independencia para los judíos en el cual Dios hizo un pacto con ellos. Es decir que, celebrar la Santa Cena no es otra cosa que recordar lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz y sentarnos a la mesa para ser afirmados por Él.

Así como en el Antiguo Testamento cuando Dios hizo pacto con el pueblo de Israel, así también Dios hace un nuevo pacto con nosotros y su sello de garantía es la sangre de Cristo.

En el Antiguo Testamento = La sangre de animales, el cual se repetía cada día, cada año.
En el Nuevo Testamento = La Sangre de Cristo quien murió una vez y para siempre. Es un sacrificio que cuenta para toda la vida.

El sacrificio de Cristo quita toda la culpa de nuestras vidas, toda condenación y todo dolor de nuestro corazón porque por Su sangre hemos sido justificados. Por eso, el participar en la Santa Cena debe ser motivo de alegría, pero también de agradecimiento.

Proverbios 15:15 NTV «Para el abatido, cada día acarrea dificultades; para el de corazón feliz, la vida es un banquete continuo.»

Cada día es una decisión por tomar, o vivimos el día sentados a la mesa, o nos hacemos los locos y nos auto excluimos al sentirnos indignos.

Y lo mejor es que no es por mérito propio que nos sentamos en esa mesa de honor. Si vas a buscar méritos en tu vida para hacerlo, te quiero decir que estás muy equivocado(a) pues Jesús dijo en Juan 15:16, “Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes.”

Es por la gracia de Dios que Él ganó un puesto para mí en esa mesa, yo no tengo que hacer nada. Es más, ni siquiera tengo qué comprar mi tiquete para ese gran evento, es solo la misericordia de Dios que pensó en mí y en ti para ocupar un lugar en Su banquete.

Lucas 14:17 NTV «Cuando el banquete estuvo listo, envió a su sirviente a decirles a los invitados: Vengan, el banquete está preparado.”

Dios no te pregunta si te sientes digno o no para ser parte de Su banquete, nos dice todos los días, “Ven, que la mesa del banquete está preparada para ti.»

Salmos 23:5 NTV «Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones.»

No es cualquier mesa de banquete que tiene un tiempo de duración, un inicio y un fin, sino que Dios mismo te invita a Su mesa todos los días de tu vida, a no volver a tener hambre de necesidades, sino que tu copa desborde de Sus bendiciones eternamente. ¿Por qué? La respuesta está en el siguiente versículo.

Cantares 2:4 «Me llevó a la casa del banquete y su bandera sobre mí fue amor.»

La bandera que Dios pone sobre ti es Su amor y ese amor cubre todas tus faltas. Su amor te perdona y te restaura. Aun Judas experimentó lo que significaba el estar sentado en la mesa del banquete de Jesús, pero no permaneció allí. Y es que, no importa cómo te llames o quién seas, lo que importa es quién te está llamando a sentarte en la mesa del banquete.

Tu futuro no está en estar sentado participando de cualquier mesa que ofrece el mundo, sino el estar junto a tu Amado.

Depositamos en Dios nuestra confianza de la misma manera que buscamos una sombra para resguardarnos del sol. Al decidir por la sombra de vida que da Dios para recostarte, estás depositando tu confianza total en Él.

La sombra de Dios es tu refugio seguro, tu bunker espiritual, es allí donde nos sentimos protegidos. Y al estar en esa mesa y para acabar de ajustar se nos sirve el mejor postre pues nada hay tan dulce como el estar con Dios todos los días sentados en Su mesa porque cuando tomamos nuestro puesto en la mesa, algo maravilloso sucede.

Hay un intercambio real, llegamos a la mesa con hambre, pero nos levantamos satisfechos. Nos sentamos con debilidad pero al disfrutar del banquete, recuperamos nuevos alientos para seguir viviendo.

Nos sentamos avergonzados por nuestro pasado, pero como nos sentamos es con el Rey, Él puede extender Su cetro y darnos un nuevo nombre, un nuevo destino.

Recuerda… No es tan importante cómo llegas a la mesa, sino cómo sales de ella cada día.

Si el mensaje ha hablado a tu vida, deja un comentario a continuación.