Es Tiempo de Conectar, enero 03
Jesús quédate conmigo
Lucas 24: 13-23,
“Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos; pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados.
¿Qué vienen discutiendo por el camino? —les preguntó. Se detuvieron, cabizbajos; y uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo:—¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no se ha enterado de todo lo que ha pasado recientemente? —¿Qué es lo que ha pasado? —les preguntó.
Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron; pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era Él quien redimiría a Israel. Es más, ya hace tres días que sucedió todo esto.
También algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron asombrados. Esta mañana, muy temprano, fueron al sepulcro pero no hallaron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que se les habían aparecido unos ángeles quienes les dijeron que Él está vivo.”
Habían pasado tres días desde que Jesús había muerto pero los discípulos ya no eran los mismos. Algo había pasado con ellos, no solo habían perdido a su maestro sino que en tan sólo tres días habían perdido toda esperanza de una mejor vida de la presencia de Dios en sus vidas.
Hay momentos en nuestras vidas donde ya no lo sentimos pero en realidad nosotros somos los que hemos perdido la conexión con Dios y sus maravillas. Cuando el Espíritu Santo llega a nuestras vidas lo hace con ímpetu, como un viento recio o como lenguas de fuego y aunque no lo podemos ver, sabemos que está allí pero cuando el Espíritu Santo se va, lo hace sin hacer ruido, se va sin que nos demos cuenta.
Amigos, es difícil perder una casa… Es difícil perder dinero, es duro perder un trabajo pero si hay algo que nunca podemos permitirnos perder es la presencia de Dios.
Amigos, que no nos pase lo que le sucedió a los discípulos.
v.16 «… pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados.»
Lo primero que pasó en los discípulos fue que perdieron la conexión.
Andamos por la vida pero sin estar conectados, como le pasó a Sansón, quien también perdió de vista quién era, y cuál era su llamado.
Vamos a la iglesia, incluso participamos como líderes, ¡pero sin visión! Todo esto porque perdimos el verdadero propósito de nuestras vidas el cual está en Dios.
Y aunque ellos no podían ver a Jesús, Él estaba con ellos. Él no se había ido.
Aunque hoy no puedas ver qué va a pasar con tu vida, qué planes se vienen de aquí en adelante ¡Dios está contigo! y quiere devolver el propósito.
Vamos a tener momentos en los que no sintamos a Dios, donde Él parece distante pero eso no significa que se haya ido.
Al caminar por nuestra senda alcanzamos a ver dos pares de huellas pues estamos caminando con Él. Luego vemos que hay un sólo par de huellas y entonces ¿Para dónde te fuiste Dios? Y Él te responde:
¡Yo soy las huellas que ves! Porque cuando pasas por problemas, mi gracia es lo que te sostiene!
Nos damos cuenta que sólo hay un par de huellas porque estamos siendo cargados por Dios, Él nos tiene en sus brazos y allí estamos seguros.
V.17, “¿Qué vienen discutiendo por el camino? —les preguntó. Se detuvieron, cabizbajos.”
¿Cómo nos damos cuenta que hemos perdido la presencia de Dios? Cuando nuestra forma de hablar cambia, razonamos todo y principalmente, decae nuestro semblante.
Los discípulos ya no estaban hablando de fe, ya no estaban hablando con esperanza ni en términos de victoria. Su lenguaje había cambiado, estaban razonando, estaban desanimados, sus palabras eran de derrota.
Cuando la presencia de Dios se aparta, nuestra forma de hablar cambia, nuestras palabras ya no tienen ese fuego, esa pasión, esa fe, sino que se vuelven palabras de fracaso, de derrota, y comenzamos a tener disputas y contiendas con otros.
¿Sabes por qué son tan importantes las palabras? Porque las palabras muestran lo que hay en tu corazón. La Biblia dice que de una misma cisterna no puede salir agua dulce y agua amarga. Recuerda que, “De la abundancia del corazón habla la boca”.
Si tu corazón está lleno de Dios, hablarás de Dios. Muéstrame una persona que hable con autoridad, que predique con poder, que siempre hable palabras de fe y yo te mostraré una persona que vive en la presencia de Dios.
Los discípulos no sólo habían cambiado sus palabras sino que además ahora estaban tristes. Cuando una persona pierde la presencia de Dios pierde automáticamente el gozo y la alegría, siguen haciendo las mismas cosas pero lo hacen por costumbre. Lo hacen por obligación y ya no por amor.
Cuando tengo la presencia de Dios hay algo que arde dentro de mí que me empuja a trabajar en la obra de Dios. Cada cosa que me delegan es una bendición y no una carga, hago todo con alegría y siento que es un privilegio ya que no estoy trabajando para un hombre sino para el Rey de Reyes y Señor de Señores.
V. 19-20 “¿Qué es lo que ha pasado? les preguntó. Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron.”
Cuando una persona pierde su presencia empieza a vivir en el pasado.
Los discípulos comenzaron a hablar de Jesús en términos de pasado, como si todo ya hubiera terminado. Cuando una persona pierde la presencia de Dios, empieza nuevamente a vivir en su pasado.
Yo antes tenía la presencia de Dios. Antes servía. Antes era tan bendecido. Antes era así y asá.
Quiero recordarte que en el pasado no hay futuro.
V.21 “Pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era Él quien redimiría a Israel. Es más, ya hace tres días que sucedió todo esto.”
Cuando pierdes la presencia de Dios pierdes la esperanza y la fe.
La fe de estos hombres que habían visto a Jesús resucitar muertos, sanar enfermos y hacer toda clase de milagro había empezado a menguar.
No te llenes de duda ni de temor, llénate de fe y de esperanza. Cuando pierdo la presencia de Dios me vuelvo una persona temerosa, que vive por la lógica y deja de vivir por fe.
Debemos vivir en la presencia de Dios todos los días de nuestras vidas.
V. 28, 29 “Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos. Pero ellos insistieron: Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche. Así que entró para quedarse con ellos.”
Tú y yo no necesitamos una visita de Jesús, necesitamos que Jesús se quede con nosotros.
La actitud de anhelo de los discípulos hizo que Jesús se quedara con ellos.
ud hará que Dios se quede o se vaya.
¿Qué sucedió una vez que Jesús se quedó con ellos?
V.30-35, “Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él desapareció. Se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras? Al instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos. «¡Es cierto! —decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón». Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan.”
Recuperaron la esperanza, sus corazones volvieron a arder, recuperaron la fe y el llamado a sus vidas tomó relevancia de nuevo.
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