“Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre.” Juan 15:16.

El tema de hoy nació de algo que escuché decir a un político de Medellín quien dijo: “con la cantidad sin precedentes de turismo que recibe la ciudad cada año —millones de visitantes— no fue la ciudad la que decidió que esto ocurriera, sino que personas de todo el mundo han escogido venir, recorrerla y comprobar por sí mismas que Medellín ya no es la de antes. 

La ciudad ha vivido una transformación real: pasó de ser conocida como la capital mundial del crimen a convertirse en un destino tan atractivo que, para muchos, el mayor “riesgo” ahora es quedarse a vivir.”

Por lo general nos consideramos tan sabios, tan buenos y tan religiosos que creemos que fuimos nosotros los que escogimos caminar y buscar a Dios.
Para la mayoría de nosotros, fue Jesús el que se atravesó en nuestro camino y fue quién tocó nuestras vidas.

En este versículo Jesús revela una verdad: no fuimos nosotros quienes lo escogimos a Él, sino que fue Él quien nos escogió primero. En una cultura que constantemente nos dice que debemos ganarnos un lugar, demostrar mérito o competir por reconocimiento, este mensaje rompe toda lógica humana: en el Reino de Dios no comenzamos con nuestro esfuerzo, sino con su gracia.

Jesús no escogió a sus discípulos por ser los más capaces, cultos o influyentes. Escogió pescadores comunes, un cobrador de impuestos y gente sin prestigio alguno. Y aún hoy, Él sigue eligiendo a personas imperfectas, no por lo que son en sí mismas, sino por lo que Él puede hacer en ellas y a través de ellas.

Pero su elección tiene un propósito claro, que demos fruto en cada área de nuestra vida: en el hogar, en el trabajo, en lo que hacemos día a día. Ya sea que seas periodista, trabajes en la salud, en la educación, en el deporte o en el comercio, en la construcción, Jesús nos llama y nos envía para que demos fruto en todo lugar. Él es glorificado cuando damos mucho fruto.

Nos invita a ser árboles buenos que producen buen fruto. Un árbol sano se refleja en sus raíces, está bien plantado, nutrido y firme en buena tierra. Así también, nuestra vida en Cristo debe estar arraigada en su Palabra para llevar un fruto que permanezca.

Jesús añade una promesa: “Así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre.” ¿Oíste o leíste esto?

“Les dará TODO, ¿qué significa TODO? Pues TODO significa TODO y que cuando vivimos en esa misión de dar fruto para Dios y nuestras peticiones se alinean con su voluntad podemos confiar en que Él responderá.

Tres verdades:
No eres un accidente, ni un creyente más sino que fue Jesús quien te escogió
Tu vida tiene un propósito y es impactar a otros.
Dios respalda con provisión a quienes viven alineados con su misión.

Sugerencias:
¿Pregúntate qué clase de fruto estás dando por medio de tus palabras y tus acciones en tu familia, tu trabajo y en tu comunidad?
Recuerda: no es con tus fuerzas. El mismo que te escogió es quien te capacita para dar fruto..

Ora con confianza pues cuando tu vida está en misión con Dios, tus peticiones no son egoístas, sino parte de su plan.

Ejemplo personal:
Tal vez en algún momento pensaste que “tú escogiste seguir a Jesús”, pero al mirar atrás descubres que Él ya te había estado buscando, tocando tu corazón y guiando tus pasos. 

Nada fue casualidad: cada encuentro, cada palabra, cada situación formaba parte de su elección amorosa sobre ti.
Oración:
Señor Jesús, gracias porque no fui yo quien te escogió, sino que Tú me escogiste desde antes de que yo lo supiera. Gracias porque tu elección me da identidad y propósito. Ayúdame a dar fruto que permanezca y a vivir de manera que otros vean tu amor en mí. 

Enséñame a orar en tu nombre, alineado con tu voluntad, confiando en que Tú responderás. Amén.

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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global