Es Tiempo de Conectar, junio 07

Aunque nos hundamos, Él nos rescata

“Sálvame, Dios mío, que las aguas ya me llegan al cuello. Me estoy hundiendo en una ciénaga profunda, y no tengo dónde apoyar el pie. Estoy en medio de profundas aguas, y me arrastra la corriente. Cansado estoy de pedir ayuda; tengo reseca la garganta. Mis ojos languidecen, esperando la ayuda de mi Dios.

Sácame del fango; no permitas que me hunda. Líbrame de los que me odian, y de las aguas profundas. No dejes que me arrastre la corriente; no permitas que me trague el abismo, ni que el foso cierre sus fauces sobre mí.

Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor; por tu gran compasión, vuélvete a mí. No escondas tu rostro de este siervo tuyo; respóndeme pronto, que estoy angustiado. Ven a mi lado, y rescátame; redímeme, por causa de mis enemigos.” (Salmos 69:1-3, 14-18 NVI)

Hay momentos en la vida en los que sentimos un gran peso, sentimos que nos estamos hundiendo en problemas, y que no hay quien nos salve; los discípulos de Jesús se sintieron desesperados al ver la tormenta, los vientos huracanados, y la oscuridad absoluta, sin embargo veían todas las circunstancias menos a Jesús cerca de ellos.

Si bien es cierto que Dios nos da sentidos que nos permiten interactuar con el medio exterior como la vista, el gusto, el tacto, el olfato y el oído, sin embargo cuando nacemos de nuevo en lo espiritual, el Señor desarrolla en nosotros nuevos sentidos espirituales, especialmente la vista.

La fe ayuda a que el cristiano pueda ver más allá de lo que ven los que no creen.

¿Qué hacer cuando sentimos que nos hundimos y no hay donde apoyar el pie? Sentimos que todo se tambalea, y nos arrastra hacia la corriente pero es allí cuando estamos llamados a marcar la diferencia.

¿Te cansaste de pedir ayuda? ¿Te cansaste de interceder por los mismos asuntos? El salmista decía: “mis ojos languidecen esperando la ayuda de Dios,” y es que cuando sentimos que nos hundimos es cuando más debemos esperar la ayuda sobrenatural de Dios. Hoy podemos decirle ¡Sácame del fango! ¡No permitas que me hunda!

Pensaba hoy ¿Por qué caminaba Jesús sobre las olas? Sencillamente para demostrarle a sus discípulos que no se preocupen por las olas, porque él está por encima de ellas.

Cuando ponemos nuestros ojos en las olas, Dios nos rescata.

Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor; por tu gran compasión, vuélvete a mí.

Cuando nos hundimos es precisamente el momento de experimentar el amor y la bondad de Dios. Es el momento perfecto para volvernos a nuestro salvavidas, a nuestro redentor y decirle: ¡Humanamente no puedo hacer absolutamente nada, pero tú lo puedes hacer todo!

“Nuestros enemigos pensaron: “¡Vamos a perseguirlos! ¡Vamos a darles alcance! ¡Vamos a acabar con ellos! ¡Les quitaremos todo lo que tengan, y nos lo repartiremos! Pero tú soplaste con fuerza y los hundiste en el mar. ¡En medio de las aguas poderosas se hundieron como plomo!” (Éxodo 15:9, 10 TLA)

Revierte el mal en bien pues Él es el que hunde a nuestros enemigos.

Cuando una persona se encuentra en medio de un gran problema, se siente confundida y no ve la salida. Sin embargo, Dios es luz y quiere alumbrarte, que confíes en Él y te dejes llevar por su Palabra puesto que su Espíritu está contigo.

Aún rodeado de personas, puedes sentir que nadie te entiende. Podemos habernos hundido como consecuencia de nuestras malas decisiones y rebeldía en nuestro corazón.

“Muchas veces Dios los libró; pero ellos, empeñados en su rebeldía, se hundieron en la maldad.” (Salmos 106:43 NVI)

Dios nunca se aparta de nuestro lado, nos dice que «muchas veces nos libró.» Dios está de tu lado, y te acompaña siempre.

“No te escondas de tu siervo; contéstame rápido, ¡porque estoy en graves dificultades!
Ven y rescátame; líbrame de mis enemigos.” Salmo 69:17-18

Cuando sentimos que nos hundimos es cuando no sentimos a Dios cerca, pero paradójicamente es cuando más cerca está.

Si dejamos que sea Dios quien nos guíe, entonces no sólo nos llevará a dar muy buenos resultados, sino que también nos dará la fuerza para poder avanzar en toda área de nuestra vida. La clave está en dejarte enseñar por Dios y aplicar las Escrituras a tu vida.

Jesús oró por ellos antes de que pasaran por la tormenta.

El Señor intercede por ti en medio de los problemas. Jesús los envió adelante en el lago y se fue para el monte a pedirle al Padre para que pudieran vencer. Jesús es tu primer intercesor. Cuando hay algo que te preocupa o te asusta o que no puedes resolver, lleva las cargas a Cristo porque Él desea ayudarte.

Jesús está contigo en el momento más oscuro.

En la cuarta vigilia de la noche es cuando más oscuro está y cuando menos luz se puede observar pero fué allí cuando Jesús se acercó a la barca para rescatarles.

Jesús muestra su verdadera identidad.

Les dijo cálmense, no tengan temor, YO SOY. Jesús es YO SOY. Es presente, no es pasado ni futuro.

El nombre de Dios es presente, Él sigue siéndolo, Él sigue siendo el mismo de ayer, hoy y por los siglos.

Aunque estés en tu momento más difícil, Jesús está contigo para librarte de cada batalla.

Dios se va a manifestar en el momento oportuno. ¡Él es todo lo que necesitamos! Por tanto, si te sientes en medio de alguna batalla personal, recuerda que no estás solo y que por más oscuro que parezca todo, Jesús está a tu lado para guiarte y llevarte hasta la otra orilla. Él es quien mejor conoce tus luchas y sabe exactamente cómo ayudarte. Sólo anímate a poner tu mirada en Jesús, tener paciencia y dar pasos de fe.

¡Dios es todo lo que necesitamos, puesto que, si estamos con Él, lo tenemos todo!

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