Devocional diario septiembre 09
Mi alma está sedienta de ti, Señor
«En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.» Juan 7:37-38
¿Con qué agua has estado saciando tu sed? Los seres humanos nunca podrán saciarse unos a otros porque somos cisternas rotas que no retienen el agua. Jesús dijo: VENGAN A MÍ y no tendrán sed jamás.
¿A dónde estamos acudiendo para saciarnos?
Tu y yo necesitamos ser saciados con algo día a día, no en vano el sabio Rey Salomón dijo en Eclesiastés 7:27-29:
«He aquí que esto he hallado, dice el Predicador, pesando las cosas una por una para hallar la razón; lo que aun busca mi alma y no lo encuentra: un hombre entre mil he hallado, pero mujer, entre todas éstas nunca hallé. He aquí solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.»
Salomón se había dedicado a buscar a una persona que satisficiera la sed que buscaba su alma. Seguramente alguien con quien tener comunión de corazón a corazón, alguien que lo comprendiera, un ser humano con quien identificarse y compartir. Pero descubrió que es de lo más difícil encontrar a un ser humano donde mora el bien.
¿Cuántas veces por ir a saciarnos donde no debíamos, hemos terminado más vacíos de lo que esperábamos?
Tu necesidad de satisfacer la sed que tienes, sólo la puede llenar Dios, así que comienza a tener sed de Él, no corras tras la sed de aprobación de la gente, ni tras la sed del dinero, porque esa felicidad será momentánea, pero la satisfacción que Dios te da es eterna.
Sólo alguien que tiene sed de Dios podrá ser saciado, sólo alguien que tiene una adicción por la presencia de Dios se convierte en un buscador suyo y no vuelve a estar sediento buscando llenarse de otras aguas.
En este momento pidamos que Dios nos dé sed por Él, por estar en su presencia y que no exista mayor satisfacción que tener un encuentro con Él cada mañana y alegrarnos en su amor.
Perdóname Dios por buscar llenarme de una agua que no satisface, que no proviene de ti.
Acércame nuevamente al centro de tu voluntad y revélame el propósito que tienes con mi vida.
Salmos 65:4 dice: «Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios; Seremos saciados del bien de tu casa, De tu Santo Templo.»
Dios te escogió a ti, escogió tu casa y tu familia para habitar en ella.
Isaías 55:1: “A todos los sedientos: Venid a las aguas.”
A las aguas de su presencia, sumérgete en el río de Dios. Los cristianos somos como peces en el mar; cuando salimos de su presencia necesitamos nuevamente volver a entrar para seguir respirando.
“Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.” Apocalipsis 21:6
Necesitamos estar sedientos de Dios, muchos queremos tener un encuentro con la gloria de Dios, experimentar su presencia, pero tenemos qué desesperarnos más por Él y anhelarlo como nunca antes.
Había un joven que quería tener una relación más cercana con Dios y buscaba a su pastor y le decía que quería ser lleno del Espíritu Santo, que quería sentir a Dios en su vida y este joven iba una y otra vez hasta que el pastor un día le dijo: regresa a la iglesia después de que todos se hayan ido, así que se encontraron después del culto y salieron a caminar.
Mientras caminaban, el pastor le mostró un río y le dijo: ven, vamos a sumergirnos; entonces el joven pensó que el pastor lo iba a bautizar, pero el pastor metió la cabeza del jóven en el agua y comenzó a ahogarlo. Él joven pataleaba y trataba de respirar, a lo que el pastor sacándolo del agua le dijo: el día que anheles la presencia de Dios tanto como anhelas respirar, ese será el día en el que tu sed será satisfecha.
¿En qué momento perdemos nuestra sed por Dios? Antes pasábamos las noches enteras leyendo la Biblia, nadie nos tenía que invitar a hacer ayuno, nadie te tenía qué animar a memorizar las Santas Escrituras, porque ya nos encontrábamos sumergidos en las cosas de Dios y deseábamos más de Él.
En el río de Dios hay propósito, encontramos amor abundante.
Las aguas de la presencia de Dios te hacen crecer y madurar espiritualmente, así que nunca pierdas esa sed, sumérgete cada día!
La Rosa de Saron puede estar casi muerta pero si recibe agua, se vuelve a levantar y tiene la capacidad de convertirse en un hermoso rosal.
Puede que hoy estés muerto en vida, no tengas ganas de nada, hayas perdido toda esperanza, pero Dios te está invitando a que vuelvas a sentarte a su mesa.
Mateo 5:6 » Bienaventurados, muy felices, los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.»
Cuando somos saciados por Dios, nos volvemos bienaventurados, o sea mucho más que felices.Salmo 36:8-9 «Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz.»