Es Tiempo de Conectar, febrero 10

Dios es Santo

Santo en latín es sanctus, de la raíz «apartar», «delimitar». Decir que Dios es santo significa que está separado, que es diferente, que es diferente a lo que hay en el mundo.

Para muchos, la santidad es la ausencia de pecado, y por lo tanto es una meta imposible de alcanzar. Decir que Dios es santo es decir que Dios no sólo está separado del pecado, sino que está aparte de todo, que Dios es bastante distinto a nosotros.

Isaías 6:3 dice, “Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”.

A lo largo de la Biblia se nos demuestra cómo este Dios, que aunque está aparte, Él quiere relacionarse con nosotros, que su santidad no es indiferencia, sino relación.

El libro de Levítico proclama que Dios es el Dios santo. Cada sacrificio, cada ley, cada mandamiento, declara que Dios es santo. La palabra santo aparece más veces en Levítico que en cualquier otro libro de la Biblia.

Además, varias veces en Levítico, Dios ordena a su pueblo que también debe ser santo, separado de todo pecado, dedicado enteramente a Dios y diferente a las culturas vecinas.

‘Yo soy el Señor su Dios, así que conságrense y manténganse santos, porque yo soy santo.” Levítico 11:44

Jesús es mencionado en los Evangelios como el Santo de Dios, la diferencia es que Su santidad no existe para aplastarnos, más bien es un llamado a que participemos por pura gracia en su vida divina, para hacer de nosotros un pueblo santo.

Resulta interesante mantener la noción de separación, ya que en el Antiguo Testamento Dios separa al pueblo elegido, al pueblo que llama y hace distinción de otros pueblos invitándolos a alabarlo y a renunciar a los ídolos.

Dios nos llama y quiere que participemos de su santidad para que seamos diferentes..

“Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó;
Ya que invocan como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean peregrinos en este mundo.
Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados.
El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto.” 1 Pedro 1:15,17-19

El pueblo de Israel debía ser diferente porque pertenecía a Dios. Así como ellos somos nosotros, es la Iglesia, un pueblo elegido, un pueblo especial y es nuestro llamado como seguidores de Jesús.

Somos un pueblo especial, somos Su pueblo, apartado del pecado y dedicado por completo a Dios.

Esta es nuestra identidad. Este es nuestro llamado. Este es nuestro destino como pueblo santo de Dios.

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