Es Tiempo de Conectar, octubre 11
¿Las promesas Para Quien?
Salmo 36: 5-8,
“Tu amor inagotable, oh Señor, es tan inmenso como los cielos; tu fidelidad sobrepasa las nubes. Tu rectitud es como las poderosas montañas, tu justicia, como la profundidad de los océanos.Tú cuidas de la gente y de los animales por igual, oh Señor.
¡Qué precioso es tu amor inagotable, oh Dios! Todos los seres humanos encuentran refugio a la sombra de tus alas. Los alimentas con la abundancia de tu propia casa
y les permites beber del río de tus delicias. Pues tú eres la fuente de vida, la luz con la que vemos.”
Extrañamos los tiempos cuando se hacían contratos de palabra, se compraban o vendían propiedades de palabra, se llegaba a acuerdos y cuando lo que se prometía se cumplía y era sagrado.
Pero tengo que confesar que muchas veces he fallado y me han fallado.
Las promesas incumplidas nos pueden quitar la autoridad como padres y hacen que perdamos credibilidad con nuestros hijos y que se genere desilusión y desconfianza.
¡Sin embargo sólo hay uno que cumple sus promesas y que además son para todos sus hijos, incluyéndote a ti!
Aunque en oportunidades, a algunos de nosotros nos cueste confiar en las promesas de Dios porque creemos que solo son para cierto tipo de personas, o sea para la gente religiosa o perfecta, los que parecen hacer todo bien, que aparentemente nunca fallan y son bendecidos en todo.
La realidad es que perfecto solo es Dios y todos los seres humanos fallamos. Nuestra desvalorización viene cuando nos enfocamos negativamente en lo que no tenemos o no hemos logrado, lo que nos lleva a sentirnos cortos en la vida, que no damos la medida.
Una sana autoaceptación surge en nuestro corazón cuando nos enfocamos en las cosas buenas que Dios ha hecho a nuestro favor y nos ha dado regalos tan valiosos como la paz, una limpia conciencia, un buen nombre, dones, talentos, capacidad de lucha y tesoros espirituales que nacen en nuestro corazón día a día.
A pesar de nuestras emociones y afectos humanos que pueden ser negativos; el amor, la fidelidad y misericordia del Señor nunca fallan y nunca terminan. Es por eso que podemos confiar en las promesas del Señor.
Una promesa que afirma en mí una autoestima sana y objetiva está en Romanos 8:38-39,
“Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios.
Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.”
Así que es irrelevante quiénes seamos en nuestra condición actual, cuánto dinero tengamos o cuántas veces le hemos fallado o decepcionado, Él nunca deja de amarnos; si bien es cierto que nos va a corregir y a disciplinar como un buen Padre que ama a sus hijos, también es cierto que sus promesas estarán presente en estos tiempos para traer esperanza y reconciliación con Dios… ¡Su amor por nosotros no permitirá que se rinda!
¡Medita en esto! Aunque la vida parezca como una interminable ola de promesas incumplidas y sueños rotos, donde las confianza se rompe o se erosiona, podemos confiar plenamente en que Dios no es como nosotros que su amor, misericordia, fidelidad, justicia, bondad, generosidad y juicios son eternos, preciosos, inagotables y para nuestro bien.
Para terminar, escucha bien esta promesa en Isaías 49:15, “¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho? ¿Puede no sentir amor por el niño al que dio a luz?
Pero aun si eso fuera posible, yo no los olvidaría a ustedes.”
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