Es Tiempo de Conectar, mayo 16
La Humildad que nos acerca a Dios
«Sus oficiales (sus subalternos) trataron de hacerle entrar en razón y le dijeron: «Señor, si el profeta le hubiera pedido que hiciera algo muy difícil, ¿usted no lo habría hecho? Así que en verdad debería obedecerlo cuando sencillamente le dice: “¡Ve, lávate y te curarás!”».
Entonces Naamán bajó al río Jordán y se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó!” 2 Reyes 5:13-14.
El grupo de los criados de Naamán con sus palabras llevaron a su jefe militar a reflexionar y a cambiar de opinión.
¡Qué importante es la influencia que podemos ejercer en aquellos que están a nuestro lado!
En el momento de crisis y desesperación la palabras de estos criados tocaron el corazón de Naamán.
Nunca menosprecies o tengas en poco lo que Dios puede decirte aún a través de aquellos que tienen un crecimiento o responsabilidad inferior a la tuya y se encuentran a tu lado. Cuando nosotros tenemos al Espíritu Santo como mejor amigo podremos marcar la vida de otros a través de la buena influencia que ejercemos en ellos.
A Naamán para poder ser sano lo único que se le pedía era una actitud de humildad, de descender, es decir que ya no más seas tú, sino entregar el control a Dios ¡Dejar a Dios que te gobierne! Dejemos de justificarnos y de tratar de mantener la postura, la imagen y el status, tenemos que ser humildes si queremos ser portadores de la presencia de Dios. Si algo con lo que Dios no puede es con el orgullo.
Daniel 5:20, » Sin embargo, cuando su corazón( el del Rey Nabucodonosor) y su mente se llenaron de arrogancia, le fue quitado el trono real y se le despojó de su gloria.”
El orgullo endurece tu espíritu, mientras que la humildad te vuelve sensible a la voz de Dios.
Si quieres vivir de una manera diferente, tienes que aprender a descender, a apagarte, a renunciar a tu ego, no querer tener siempre la razón, ni tratar de ser sabios en nuestra propia opinión, debemos aprender a humillarnos delante de Dios.
Sólo si descendemos podremos estar en condiciones de ser zambullidos en la presencia de Dios. Para alcanzar tu milagro, sea cual sea, debes aprender a descender y a depender de Dios.
Levítico 20:24-26, «Sin embargo, a ustedes les he prometido: Poseerás la tierra de ellos porque yo te la daré a ti como posesión, es una tierra donde fluyen la leche y la miel.
Yo soy el Señor tu Dios, quien te ha separado de las demás naciones. Por lo tanto, debes distinguir entre los animales ceremonialmente puros y los impuros, y entre las aves puras e impuras. No te contamines al comer alguno de estos animales impuros, aves o criaturas que corran por el suelo. Los he identificado como impuros para ti.
Sé santo porque yo, el Señor, soy santo. Te he separado de las demás naciones para que seas mío.”
Dios demanda santidad y humildad para que puedas poseer aquello que te pertenece.
Santidad en lo secreto.
Santidad en la búsqueda de Dios.
Santidad en nuestra vida íntima.
Santidad cuando nadie nos ve.
Santidad en el servicio.
Ser la persona que en realidad somos, ser auténticos.
Podremos engañarnos a nosotros mismos y a los demás pero cuando Naamán se veía frente al espejo, los ojos de Dios estaban puestos sobre él y con Dios no podemos aparentar.
Muchos no sienten ni tienen esa necesidad diaria de ser buscadores de Dios y de nadar en el río de su gloria, hasta que pasan por la sequía y se dan cuenta de lo que se pierden en Dios.
La enfermedad, el pecado, el dolor, ha atrapado a muchos en angustias, tristezas y depresiones. Es por ello que necesitamos volver a sintonizarnos con Dios quien es la única fuente de gozo, de paz y de esperanza.
Quizá así como Naamán a quién no le pasó nada en la primera zambullida, ni en la segunda, ni en la tercera hasta que obedeció totalmente y con cada zambullida se fue purificando hasta alcanzar su milagro completo.
La Biblia dice en Filipenses 1:6 que «La obra que Dios ya comenzó la va a terminar en ti,» la va a ir perfeccionando.
Has comenzado una nueva etapa, pero aún sigues luchando con cosas del pasado, así que busca ayuda y tu obediencia es la que marcará la diferencia.
Escuchar la voz de Dios, sanar y obedecer es lo que modifica tu corazón por dentro, lo que produce el cambio, de adentro hacia afuera.
Naamán no lo sabía, pero el milagro ya estaba en marcha. Tan sólo un momento en la presencia de Dios y todo cambia.
El día de hoy vamos a ir a la presencia de Dios a zambullirnos en él, quitarnos nuestros vestidos de orgullo y de autosuficiencia diciéndole, ¡Quita mi aflicción, todo lo que me oprime, límpiame profundamente, sana mis heridas del pasado, hazme vivir en tu libertad, que mi corazón sea sanado por ti!
Así como Naamán estaba desesperado por ser limpio de su lepra, dile a Dios que te sane, Él conoce tu aflicción, tus traumas, tus problemas, aquellos hábitos que tienes en lo secreto y ora conmigo:
«Señor dime qué tengo que hacer para ser sano, no tan sólo de una enfermedad física, sino también de un corazón herido, hoy me acerco a tí para recibir mi sanidad total.”
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