Es Tiempo de Conectar, junio 17
Sólo Dios sabe del dolor de nuestras lágrimas, sólo Él conoce nuestro sufrimiento y las cosas por las que pasamos, a pesar de todo, lo mejor de esto es que también Él se encarga de secar cada una de nuestras lágrimas con su pañuelo amoroso.
A veces pensamos que nadie nos oye, que nadie sabe lo que vivimos, pero Dios sí nos conoce y nos ama.
Isaías 25:8: “…El Señor Soberano secará todas las lágrimas y quitará para siempre los insultos y las burlas contra su tierra y su pueblo. ¡El Señor ha hablado!”
¿Cuántas veces hemos sido criticados injustamente? Pero Dios nos ha librado con bien en todas las situaciones. Hemos recibido insultos, injurias y nos han maldecido personas que amábamos, pero Dios no ha dejado de estar en control de todas nuestras circunstancias.
He aprendido que el tiempo no cura todas las heridas, pero Dios sí. He aprendido que hacerme el valiente no me hace una persona de fortaleza, tengo que ir a buscar de Dios y derramarle mis lágrimas a Él.
Abraham sembró con lágrimas a su hijo Isaac cuando Dios le pidió un sacrificio; para Dios, la obediencia es la clave de una vida entregada. Abraham nunca hubiera podido ser amigo de Dios si no hubiera pasado por un proceso de lágrimas y de obediencia; su fe fue probada con el fuego, y cuando nosotros somos probados y pasamos por ese valle de lágrimas, no estamos solos… Él está con nosotros.
Cuando pasamos por una enfermedad Dios nos dice como le dijo a Ezequías: “He oído tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a sanarte y en tres días te levantarás de la cama e irás al templo del Señor” 2 Reyes 20:5.
Te imaginas salir de una reunión llorando a mares y que escuches dentro de ti la voz de Dios que dice: “He visto tus lágrimas.” Tú que me escuchas y me lees sabrás lo difícil que es caminar y llorar al mismo tiempo, todos te miran extraño, nadie entiende lo que te pasa, pero Dios dice: “He visto tus lágrimas;” esas lágrimas en oración mueven el corazón de Dios para tu protección.
No te sientas mal de mostrarte ante Dios vulnerable, Job abría su corazón a Dios y le decía “Mis amigos me desprecian, y derramo mis lágrimas ante Dios.” Job 16:20.
No tener con quien quejarte, es el momento perfecto para ir a la presencia de Dios y derramar nuestras lágrimas.
David dijo en Salmos 6:6: “Estoy agotado de tanto llorar; toda la noche inundo mi cama con llanto, la empapo con mis lágrimas.”
Quiero recordarte que ninguna de nuestras lágrimas es extraña para Dios, Él tiene un recipiente donde va almacenando cada una de ellas y al final cada lágrima se convertirá en alegría.
Salmos 126:5 dice: “Los que siembran con lágrimas cosecharán con gritos de alegría.”
Cuando llores, piensa, Dios está conmigo y algo grande voy a cosechar después de este dolor.