Es Tiempo de Conectar, marzo 17

No apaguen el Espíritu ¡Enciéndanlo!

1 Tesalonicenses 5:19, “No apaguéis al Espíritu.”

Apagar significa suprimir. Si se habla de Dios como un fuego consumidor, ¿cómo apagamos a Dios en nuestras vidas?

En los Salmos encontramos que la voz de Dios “derrama llamas de fuego.”

También Efesios 4:30 nos dice que “no contristemos al Espíritu.” Contristar significa causar tristeza.

¿Qué le causa tristeza a Dios? Que le ignoremos, que le silenciemos, que le rechacemos,

Uno a veces está viviendo su vida y no se da cuenta que apaga el Espíritu pues damos prioridad a nuestro mundo externo y dejamos de vivir por nuestras convicciones.

Lucas 11:35, “Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas.”

Cuida aquello que fue puesto en tí para que no se apague.

¿Cómo apagamos el Espíritu?

Cuando comenzamos a hacer las cosas a nuestra manera y no a la manera de Dios.

Cuando hacemos las cosas en nuestras fuerzas hay estrés, afán, ansiedad y todo se vuelve una carga.

Salmos 127:1-2,

“Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.
Si el Señor no cuida la ciudad,
en vano hacen guardia los vigilantes.

En vano madrugan ustedes
y se acuestan muy tarde
para comer un pan de fatigas,
porque Dios lo da a sus amados mientras duermen.”

Algo que entendí es que si Dios no hace el trabajo a través de mí, de nada sirve que yo ande cansado haciendo las cosas.

En el Vers. 2 dice que si te levantas muy temprano y te acuestas muy tarde, de nada te sirve si la presencia de Dios no está en tu vida.

Jacob trabajó 14 años por Raquel y la Biblia nos dice que le parecieron pocos porque la amaba.

Cuando uno ama, no apaga.

Cuando uno ama, trabaja lo que sea necesario.

Cuando uno ama, nunca escatima en esfuerzos.

Cuando uno ama, está dispuesto a hacer lo que otros no hacen.

Hoy te invito a reflexionar en esta pregunta: ¿Estoy apagando el Espíritu Santo? ¿Amo verdaderamente a Dios? O ¿amo más las cosas que me ha dado?

Isaías 40:30 dice “Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen.”

Allí habla de 4 aspectos del cansancio: Fatiga, cansancio, flaquear y caer. Ese es el proceso de una persona cuando hace las cosas en sus fuerzas, termina cayendo en pecado, termina su vida destruida, termina haciendo cosas incorrectas y termina haciendo el trabajo en sus propias fuerzas.

Una persona que no tiene al Espíritu Santo depende de las circunstancias externas para vivir en victoria.

Cuando dejamos de ser enseñables

2 Corintios 3:6 “El cual asimismo nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.”

La letra mata pero es el Espíritu quien trae vida. ¿Quién es tu maestro? ¿De qué fuente estás aprendiendo? Si quieres caminar con el Espíritu Santo sin apagarlo, tienes que obedecerlo y saber que no existen dos voluntades, solo una: la de Él.

El fuego se combustiona con oxígeno. No apagues el fuego del Espíritu Santo, oxigénalo con Su palabra. ¡Déjate dirigir por Él!

Cuando pecamos

Romanos 7:15-25, “Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que está en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí.

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí, pues según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.

¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?

¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.”

Pablo reconoce el pecado que mora en él y con el que lucha constantemente; hay una lucha constante entre el espíritu y la carne y lo que hace la carne es hacerlo pecar, pero el Espíritu está luchando para que viva en santidad y que agrade a Dios.

Cuando el Espíritu Santo se aparta de una persona, se vuelve como el Rey Saúl, inseguro, celoso, enojado a toda hora, desconfiando de todos los que tiene a su alrededor, con momentos de locura, todo porque el Espíritu Santo se ha ido y ya no hay paz.

¡Quizá tú, así como Saúl, sientes que tus huesos están secos y el fuego se ha apagado! Por eso David clamó: «No quites de mí tu Santo Espíritu.» (Salmo 51)

Cualquiera que ha sido tocado por Dios está dispuesto a perderlo todo menos a Él.

¿Cómo encender de nuevo el fuego del Espíritu?

Arrepiéntete: No continúes distante de Dios. Vuélvete al camino y tan profundo como sea tu arrepentimiento será tu avivamiento.
Quita de tu vida lo que ofende a Dios: No guardes nada. No tengas pecados consentidos.
Aparta un tiempo para Dios: Eso te hará tener una llama viva. Haz un lugar para el Espíritu Santo en ti.

2 Timoteo 1:14 NTV “Mediante el poder del Espíritu Santo, quien vive en nosotros, guarda con sumo cuidado la preciosa verdad que se te confió.”

Apocalipsis 2:25 NTV “Solo que retengan con firmeza lo que tienen hasta que yo venga.”

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