Es Tiempo de Conectar, noviembre 17

Ser Justificados

Lucas 18: 9-14.

Parábola del fariseo y del recaudador de impuestos.

“A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola:
«Dos hombres subieron al Templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos.
El fariseo, puesto en pie y a solas, oraba: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo”.
En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”.
»Les digo que este y no aquél volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».”

Algunos a quienes les comparto sobre el amor de Jesús y Su plan de salvación, me contestan con cierta regularidad que se comportan bien, no matan a nadie, no roban ni cometen adulterio, van de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, van a la iglesia cada domingo se creen unas joyitas de personas, que están sobrados y que el mundo debe girar alrededor de ellos.

¡Decimos en nuestro inconsciente: ¿qué sería del mundo sin mí? y hasta damos gracias a Dios porque somos los mejores… hasta que la luz de Dios llega a nuestra vida y nos encontramos con personas que tienen mucho menos, que pasan dificultades de toda clase, pero son humildes, reconocen fácil y abiertamente su fragilidad.

Jesús, gracias por hablar a nuestras vidas hoy. Gracias que el Doctor Lucas, el autor de este Evangelio, dejó por escrito esta enseñanza que ha hablado a personas que han vivido los últimos dos mil años.

La parábola del fariseo y el publicano en el templo está llena de verdad espiritual y contiene la esencia misma del evangelio de Jesucristo. Como nos dice el versículo 9, Jesús habló esta parábola a aquellos que «confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros» (RVR1960).

Si te crees justo y miras a los demás “por encima del hombro,” esta parábola de Jesús es para ti.

Si crees que eres una buena persona y no le haces daño a nadie, esta enseñanza es para tí.

Si en lo profundo de tu ser no estás seguro a donde vas a ir apenas mueras, es tiempo de reflexionar.

Jesús habló a menudo sobre la justicia y le ruega a Sus oyentes que comprendan su total incapacidad para ser justos y que nada que puedan hacer va a darles entrada al reino de los cielos.

Este conocimiento es esencial si queremos entender Su misión en la tierra, que es salvar a los pecadores, a aquellos que saben que no pueden salvarse a sí mismos.

Cuando yo apenas comenzaba a conocer las Escrituras y los caminos de Dios, compartí con un amigo de mi círculo muy cercano lo que me estaba pasando y estuvo en desacuerdo conmigo, me dijo que él no se veía como una persona mala sino al contrario como una persona buena y que no sentía la necesidad de buscar a Dios como yo lo estaba haciendo.

Un fariseo es una persona que juzga con severidad la conducta de los demás, es una persona que mide a los demás con un estándar que ni ellos mismos logran tener.

El publicano exhibe precisamente lo que Jesús habló en el Sermón del Monte: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mateo 5:3).

Ser pobre en espíritu significa admitir que no tenemos nada que ofrecer a Dios para expiar nuestro pecado.

Nos acercamos a Dios vacíos, pecadores, egoístas, carnales, empobrecidos, despreciados, en bancarrota, dignos de lástima y desesperados.

El publicano reconoce su condición pecadora y en humildad reconoce su pecado y clama desde lo más íntimo de su ser, «Dios, sé propicio a mí, pecador.»

Al salir del templo, al salir de la reunión de oración, ¿Cómo salieron estas dos personas?

»Les digo que este y no aquél volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».”

Lucas 14:8, “Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que haya algún invitado más distinguido que tú.”

¡El diagnóstico es claro!

Isaías 64: 6, “Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia.”

Isaías 53:6, “Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino,
pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros.”

Si quieres ser justificado, si buscas misericordia, si quieres ser reconocido por Dios, debes llegar a la presencia de Dios en humildad y en reconocimiento de tu condición:

Jesús nos dice en el versículo 14 que el publicano se fue justificado (hecho justo) porque se humilló ante Dios, confesando que ninguna obra podría salvarlo de su pecado y que solo la misericordia de Dios podría hacerlo.

Tal como soy Señor, vengo a tí; Tal como soy, sin nada qué ofrecer; Tal como soy me recibes, me perdonas y me limpias y me lavas con tu Sangre, gracias querido Señor por aceptarme tal como soy. Amén.

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