Es Tiempo de Conectar, diciembre 18
Entrega a Dios el control
“¡Oh, qué alegría para aquellos a quienes se les perdona la desobediencia, a quienes se les cubre su pecado! Sí, ¡qué alegría para aquellos a quienes el Señor les borró la culpa de su cuenta, los que llevan una vida de total transparencia!
Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano. Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor», ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.” Salmo 32:1-5
Saber que he sido perdonado y que sin mérito alguno he sido justificado produce en el interior un profundo descanso y alegría, saber que la has embarrado y no te has comportado de una manera adecuada pero que has sido perdonado.
El ser humano desde su nacimiento carga con culpa y maldición generacional, es el pecado que conocemos como original, pero cuando llegas a Jesús y depositas todo a los pies de la cruz no puede dejarse de sentir alegría.
El arrepentimiento no es lamentarse de algo hecho aunque nos pone en el camino correcto, pero no es suficiente ver que pequé y ser consciente de las consecuencias.
“¡Soy un miserable, un completo miserable! ¡Metí la pata otra vez! ¡Oh, Señor, ya no tengo arreglo! ¿Cómo puedes tolerarme?”
Esto se llama lamentarse de la embarrada y sigo luchando por algo que he hecho, para sentirme mejor.
El arrepentimiento, por otra parte, está centrado en Dios. No tiene nada que ver con mi autoestima o sentirme bien o la forma en que me trato a mí mismo. El arrepentimiento es regresar a una relación correcta con el Dios Santo al que hemos ofendido, es abrirle nuestro corazón y confesar nuestras faltas a Él.
Judas Iscariote es un ejemplo de esto, se lamentó profundamente por haber traicionado a Jesús, comprendió que había hecho mal, e incluso trató de enmendar su error, pero cuando vio que no había vuelta atrás, Judas se entregó a la desesperación y se ahorcó.
El arrepentimiento no es terminar desesperado(a), porque el arrepentimiento no es tristeza por haber violado una regla. ¡El arrepentimiento es dolor por haber roto el corazón de Dios!
Sospecho que Judas nunca pasó por un verdadero arrepentimiento porque, a pesar de haber vivido con Jesús por tres años y medio, Judas Iscariote no tenía motivaciones sanas al seguir a Jesús pues robaba de la bolsa de dinero y no alcanzó a comprender quien de verdad era Jesús como sí lo hicieron el resto de los apóstoles.
El arrepentimiento trae alegría al corazón de Dios y pone en su sitio el pecado.
¿Qué hacen aquellos que quieren restaurar su relación con Dios después de haberle fallado?
1. Reconocen su pecado y su tendencia a hacer lo malo.
2. Se dan cuenta que el pecado es destructor
3. Admiten sus pecados delante de Dios.
4. Confían en que Dios está dispuesto a perdonar.
5. Aceptan el perdón de Dios.
Aquellos que se confiesan con Dios ya no tienen más secretos guardados y pueden vivir con seguridad, están tranquilos, felices y libres.
v.7-9 del Salmo 32, “Pues tú eres mi escondite; me proteges de las dificultades y me rodeas con canciones de victoria. El Señor dice: «Te guiaré por el mejor sendero para tu vida; te aconsejaré y velaré por ti. No seas como el mulo o el caballo, que no tienen entendimiento, que necesitan un freno y una brida para mantenerse controlados.”
Dejemos que Dios nos guíe y no nuestra naturaleza carnal, Él conoce mejor que nosotros el camino, entreguemos totalmente a Él nuestro control y pasemos a segundo plano.
Calla, no reacciones, espera en Dios, no te dejes llevar por tus instintos y tus emociones, es lo mejor que puedes hacer.
Nuestro único escondite es la presencia de Dios, allí somos mansos y humildes, somos protegidos de dificultades, amados, y guiados a un mejor camino, un camino donde el mismo Dios vela por nosotros.
Puedes decir conmigo: porque ya no vivo, debido a que el viejo Juan murió en la cruz con Cristo, Juan es humilde, Juan es manso, Juan ama, Juan perdona todas las ofensas
V11. “¡Así que alégrense mucho en el Señor y estén contentos, ustedes los que le obedecen! ¡Griten de alegría, ustedes de corazón puro!.”
Dios nos ha perdonado, es un motivo más para estar felices.
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