Libres de toda culpa

Devocional diario abril 29

Libres de toda culpa

En el antiguo imperio romano, cuando un asesino era encontrado culpable, el castigo por su crimen era amarrarlo a la persona que el mismo había asesinado, al poco tiempo el cuerpo del muerto se descompondría y terminaría matando a su asesino.

La culpa y la condenación actúan de la misma forma sobre nuestras vidas, es como si estuviéramos cargando un muerto sobre nuestra espalda, que nos va contaminando por dentro. Si queremos vivir vidas victoriosas debemos ser libres de la culpa.

Romanos 8:1

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”

Nunca una persona que tiene la sombra de la culpa sobre su vida podrá ser verdaderamente feliz porque no importa dónde una persona trate de huir o trate de refugiarse pues la sombra de la culpabilidad lo encontrará y lo hará sentir sucio, indigno y miserable. Jesús nos libera de los sentimientos de culpa. Repite conmigo como dice Romanos 8 “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.”

¿Qué hizo Dios para quitarnos la culpa?

2 Corintios 5:21

“Porque Dios tomó a Cristo, que de sí mismo no conocía el pecado, y le hizo cargar con el nuestro como si fuera suyo; de esta forma, a nosotros, libres ya de toda culpa, Dios nos declara justos ”

Jesús cargó no sólo con nuestro pecado sino también con nuestra culpa y gracias a ello estamos limpios del pecado, libres de la culpa, justos delante de Dios.

Romanos 5:1:

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

Justificado significa “Ser hecho justo, como si nunca hubiéramos pecado.” Cuando Jesús te justifica… te limpia, te sana y te ve como si nunca en tu vida hubieras pecado. ¿Alguien puede decir “… pero y mi pasado”? Jesús ya lo borró. ¡No existe! Tú solo tienes un presente victorioso y un futuro de bendición. Si logras recibir la justificación, te habrás quitado un gran peso de tus hombros y podrás correr por la vida con la frente en alto, sabiendo que eres merecedor de todas bendiciones de Dios.