Es Tiempo de Conectar, septiembre 30
De Regreso a Casa, un Corazón Huérfano
Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios. 1 Juan 3:1.
¿Has tenido sentimientos de abandono, momentos en que nada te satisface?
El hecho de que Jesús llamara a Dios su Padre fue algo revolucionario y los religiosos de su época no podían tolerar esto sin embargo qué hermosa la manera cómo comienza la oración que el mismo Jesús nos enseñó y que ha sido repetida por millones de personas a lo largo de los últimos dos mil años,
Padre nuestro que estás en los cielos….
No hay mejor manera de identificarse que como hijo de Dios pues llegar a la presencia Dios en oración con el gran estatus de hijos es un privilegio que Él me da, es que ser hijo de Dios significa que Dios es mi padre, que el creador de todo es mi padre, que el que todo lo sabe y todo lo puede es mi padre. WOW!
La pérdida o ausencia de un padre, el abandono o incluso una niñez aparentemente infeliz, pueden dejar una profunda huella de soledad e inseguridad y aislamiento que nos impulsa a buscar amor y aceptación de otros.
En la búsqueda desesperada por llenar el vacío del corazón huérfano, muchos recurrimos a relaciones tóxicas, placeres instantáneos, filosofías de vida, religiones e incluso el ocultismo. Sin embargo, estas búsquedas solo conducen a un callejón sin salida.
La ausencia temporal de mi propio padre produjo en mí inseguridad y durante mi juventud siempre busqué que otros que eran mayores que yo, llenaran ese vacío de liderazgo en mi vida que resultó en un gran riesgo de caer víctima de abuso y en mi propio caso de abuso de liderazgo.
De hecho, todos los seres humanos estamos atrapados en la gran red del temor y el desarraigo.
¿Por qué lucho con esta sensación de querer llenar mi vida con lo que no llena?
¿Cuál es el origen y qué puedo hacer para sentirme seguro, amado y aceptado?
La humanidad siempre ha experimentado la orfandad pues fuimos creados para disfrutar de una relación íntima con el Padre Celestial, pero el pecado nos distanció y trajo consigo el miedo, la culpa, la vergüenza y la soledad.
El pecado nos convirtió en hijos huérfanos en vez de hijos amados.
Un corazón huérfano se manifiesta cuando uno procura llenar su propia vida con aquellas cosas que no nos convienen, como una adicción, una relación malsana, independencia en vez de dependencia de Dios, etc.
Romanos 8:14-17 dice, “Ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud que los lleve otra vez a tener miedo, sino el Espíritu que los hace hijos de Dios. Por este Espíritu nos dirigimos a Dios, diciendo: «¡Abbá! ¡Padre!»
Y este mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que ya somos hijos de Dios. Y puesto que somos sus hijos, también tendremos parte en la herencia que Dios nos ha prometido.”
Una promesa para estos últimos tiempos está en Malaquías 4:6 que dice, “Él hará que padres e hijos se reconcilien.”
Quiero que nos preguntemos, ¿qué áreas de nuestra vida aún delatan un corazón huérfano?
¿Qué luchas, pensamientos, sentimientos o acciones nos alejan de Dios?
Es hora de rendir esas áreas y buscar la plenitud en el único que puede llenarnos: nuestro Padre Celestial.
No tengamos miedo de hacer una autoevaluación, de analizar mi propio comportamiento y dar el primer paso hacia la sanidad.
Abramos nuestro corazón al Padre Celestial y descubramos el amor incondicional y la seguridad que solo Él puede darnos.
Sabiendo de la profunda necesidad que todos tenemos de sentirnos valiosos, amados y seguros, fui intencional en hacer que mis propias hijas, desde muy pequeñas y camino a la escuela, repitieran conmigo:
“Yo soy amada, soy valiosa, soy aceptada, yo soy especial, soy perdonada, yo soy pura, yo soy santa, soy inteligente, tengo un gran futuro, etc. etc.”
Tomemos decisiones prácticas que contribuyan a llenar nuestro vacío y necesidad de sentirnos seguros y valiosos y lo primero es:
1. Reconocer que tengo un corazón huérfano:
● Reflexiona sobre las áreas de tu vida que aún delatan un corazón huérfano.
● Identifica las luchas, pensamientos, sentimientos o acciones que te alejan de Dios.
2. Rinde tu vida a Dios:
● Ora con sinceridad y entrega tu corazón al Padre Celestial.
● Pide perdón por la inclinación a llenar este vacío con lo que no llena y abre tu corazón para ser lleno de su amor.
3. Busca la plenitud en Dios:
● Adopta como un hábito la lectura de la Biblia y descubre el amor incondicional de Dios por ti.
● Ora y habla con Dios como tu Padre Celestial.
● No te quedes sola(o) y congrégate con personas que te apoyen en tu jornada espiritual.
5. Comparte tu experiencia con tu familia, amigos y compañeros de trabajo:
● Testifica a otros sobre la sanidad y la plenitud que has encontrado en Dios.
● Ayuda a otros a descubrir el amor del Padre Celestial.
¡No te rindas! El camino hacia la sanidad y la plenitud puede ser largo, pero vale la pena. Con la ayuda de Dios, puedes superar las heridas del pasado y vivir una vida plena y feliz.
Si esta reflexión ha hablado a tu vida, déjanos tu comentario, comparte con otros y suscríbete al canal. Dios te bendiga.