Es Tiempo de Conectar, enero 31

“No uses el nombre del Señor tu Dios en vano. Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a usar mi nombre en vano.” Éxodo 20:7

¿Por qué Dios nos dio los Diez Mandamientos?

Dios no nos dio los Diez Mandamientos para que al cumplirlos nos ganemos la salvación pues no hay nada que podamos hacer que nos ayude a ser salvos; produce descanso saber que la salvación siempre ha sido iniciativa de Dios.

El énfasis no es qué puede hacer el hombre para agradar a Dios, sino qué quiere hacer Dios para que el hombre le sea de su agrado.

Los israelitas hasta los tiempos de Moisés no tenían un sistema legal formalizado y en efecto existía un conocimiento innato del bien y del mal.

Sin embargo los israelitas necesitaban estos mandamientos para que les ayudarán a convertirse en una nación fuerte en medio de los pueblos que los rodeaban que eran politeístas.

Al guardar los mandamientos establecemos lealtad, obediencia y respeto a Dios.

¿Por qué entonces Dios nos dio los Diez Mandamientos? Por tres razones.

Primero, los Diez Mandamientos junto con todos los demás mandamientos de la Ley Mosaica revelan la naturaleza y el carácter de Dios. Implícitamente, por la naturaleza de estos mandamientos, vemos que Dios es santo, que Dios es bueno, que Dios es sabio, que Dios es justo, que Dios es soberano.

Así que los Diez Mandamientos revelan el carácter de Dios.

En segundo lugar, los Diez Mandamientos nos enseñan cómo llevar nuestra vida, cómo vivir bien.

Estos mandamientos son un regalo de Dios para nosotros, dados para nuestro bien, para guiarnos y protegernos.

Por medio de los mandamientos, el Padre Celestial nos enseña Su voluntad para con nosotros, nos muestra cómo amarnos los unos a los otros y cómo vencer las inclinaciones pecaminosas del hombre.

Cuando prestamos atención y obedecemos todos los mandamientos nos hace aptos para agradar a DIos y permanecer en Su presencia.

En tercer lugar, los Diez Mandamientos desnudan nuestra naturaleza pecaminosa. Al no poder cumplirlos todos, nos muestran que es imposible alcanzar la perfección de Dios y que nunca podremos ser lo suficientemente buenos para agradar a un Dios santo y perfecto y salvarnos a nosotros mismos y que necesitamos un Salvador.

¡Así que al ver que no soy capaz de cumplir con toda la ley, lo que hace es llevarme a Cristo!

El Segundo Mandamiento se refiere al Nombre de Dios que dice que, no tomarás el Nombre de Dios en vano o sea no debemos abusar del Nombre de Dios, no lo debemos profanar.

Este mandamiento implica en primer lugar no usar el Nombre de Dios como blasfemia. No tomar el santo Nombre de Dios y usarlo al expresar groserías o usarlo de una manera liviana.

Cuando honramos el nombre de Dios damos honra a Dios.

En segundo lugar, implica no jurar en falso usando el Nombre de Dios. No es conveniente usar el nombre de Dios al jurar en una declaración falsa o en cualquier otra declaración. Por esto Jesús nos advierte que en vez de jurar, nuestro sí sea sí y nuestro no sea no.

Mateo 5: 35-37.

“Pero yo digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro.
Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y cuando digan “no”, que sea no. Cualquier otra cosa que digan más allá de esto proviene del maligno.”

Hay una tercera implicación, no trates a Dios como si fuera irreal, como si no existiera, como si no estuviera presente contigo. Nunca vivas tu vida como si Dios no existiera, Él sí existe y está justamente allí contigo.

¡Camina por la vida siendo consciente de la presencia de Dios porque si eres consciente de Su presencia en tu vida, esto va a cambiar la manera en que vives!

Señor, no hay nada que pueda hacer para merecer la salvación y la vida eterna, tú ya sacrificaste tu vida como expiación por mi pecado y ahora vivo mi vida como alguien que ha sido perdonado.

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