Devocional diario agosto 04
En tus tormentas, Dios está allí
Mateo 14: 22-24:
“Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.”
Jesús y sus discípulos encontraron tormentas en más de una ocasión y nosotros, en el viaje de la vida, tendremos que enfrentar seguramente muchas, pero algo que quiero que sepas es que Dios está allí en medio de tus tormentas.
Muchas de las tormentas que tuvieron que atravesar los discípulos de Jesús aparecieron justo cuando trataban de avanzar. No siempre las tormentas aparecen como consecuencia de que estamos haciendo las cosas mal, muchas veces es el enemigo el que sopla estas tormentas para no permitirnos avanzar en la vida cristiana. Y es como si en el momento que tomas la decisión de mejorar en tu vida, procurar un nuevo trabajo, llevar a otro nivel tu servicio a Dios, casarte etc, el enemigo de una vez planea desanimarte y hacerte retroceder.
Las personas que logran alcanzar su máximo potencial en la vida y logran cumplir con su destino son aquellas que no huyen de la tormenta sino aquellas que se atreven a enfrentar su tormenta sabiendo que Dios está allí con ellos.
Tu tormenta puede venir en forma de un problema, puede ser una circunstancia adversa, puede ser una enfermedad o una situación difícil financiera o familiar; llámese como se llame, tomado de la mano con Jesús, puedes cruzar la tormenta y llegar a la otra orilla sanos y salvos.
La buena noticia es que hay bendición detrás de cada tormenta.
Jesús les dijo: ¡Ten ánimo! Yo soy, no tengas temor. V.27
Lo primero que va querer venir a tu vida en un momento de adversidad es el desánimo y el temor y es precisamente la razón por la que Jesús le dice a sus discípulos: Ánimo,Yo soy. No tengan temor.
Nos desanimamos porque perdemos de vista a Dios y pensamos que estamos solos en medio de la tormenta. Por eso debemos reconocer que aun en medio de la situación más difícil que nos toque vivir, Dios está con nosotros.
Luego Jesús les dice: ¡No tengan temor!
El temor muchas veces hace que solo veamos los problemas y el temor distorsiona la realidad y hace que aparezcan fantasmas en nuestras vidas.
Los discípulos al ver a Jesús gritaron llenos de miedo: ¡es un fantasma! El temor quiere que veas el fantasma de la pobreza, el fantasma del fracaso, el fantasma de la soledad o el fantasma de tu pasado. El temor desaparece de mi vida en el momento que entiendo que no estoy solo en medio de la tormenta sino que Jesús está conmigo y si Jesús está en mi bote, este bote no se puede hundir.
Muchas veces el temor y el desánimo nos lleva a llenarnos de excusas para simplemente dejar de luchar y hundirnos en la tormenta.
V.28-29 “Ahora la tormenta no terminó ahí, las olas aún se levantaban, el viento aun los sacudía, así que si queremos vencer nuestra tormenta vamos a tener que caminar sobre las aguas.”
Caminar sobre las aguas no es otra cosa que dar pasos de fe.
Cuando Pedro vio a Jesús caminando sobre las olas le dijo: Maestro déjame caminar contigo.
La respuesta de Jesús fue: sígueme, tú también lo puedes hacer.
La barca tipifica tu zona de comodidad y permaneciendo en la barca te limitas a lo natural.
Caminar sobre las aguas significa entrar en lo sobrenatural y significa entrar en la zona de los imposibles, de los milagros y de los prodigios. Ahora, muchos son los que quieren caminar sobre el agua, ver milagros, muchos quieren que cosas sobrenaturales pasen en sus vidas pero no están dispuestos a saltar de la barca. Mientras tú estés en la barca nunca verás todo lo que Dios tiene para tu vida.
Pedro se arriesgó y dio el paso de fe.
Muchos quizás hemos criticado a Pedro porque se hundió, pero lo cierto fue que fue el único de los discípulos que caminó sobre las aguas.
Jesús se agrada más de aquel que intenta y falla, que de aquel que se queda sentado en la barca. Lo más fácil y lo más cómodo es quedarse mirando desde la barca, lo que realmente requiere de fe y coraje es salir de nuestro conformismo, dar el salto y empezar a caminar.
V.30-31 No mires las circunstancias.
Pedro se hundió en el momento que quitó su mirada de Jesús y puso sus ojos en la tormenta. Si quiero vencer la tormenta, no puedo enfocarme en el problema sino enfocarme en la solución y la solución a nuestros problemas está en Jesús.
Debemos dejar de enfocarnos y de magnificar los problemas, debemos enfocarnos y magnificar a Dios. Mientras más grande sea tu Dios, más pequeña te parecerá la tormenta.