Es Tiempo de Conectar, julio 10

Dios es Santo

La santidad no es una palabra religiosa, ni algo místico, sino práctico, la santidad no se trata solamente de cómo nos portamos, sino de hacia dónde apunta nuestro corazón.

La santidad en tu vida se va a producir cuando anheles en tu corazón ser como Jesús.

Levítico 20:7-8 es la primera vez que se menciona a Dios M’Kadesh, el Dios santo, o el que nos santifica.

“Ustedes deben consagrarse a mí y ser santos, porque yo soy el Señor su Dios. Cumplan con mis estatutos, y pónganlos en práctica. Yo soy el Señor, que los santifica.”

Santificar significa consagrar, dedicar, o llegar a ser santo.

Si procuramos santificarnos a través de nuestro esfuerzo, nos encontraremos con nuestra naturaleza carnal que es más fuerte que nuestras intenciones. Nuestras buenas intenciones no bastan porque por naturaleza somos corruptos, injustos, impíos y pecadores.

Pablo lo dijo en Romanos 7:19: «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.»

¿Cuál es entonces la voluntad de Dios para mi vida?

1 Tesalonicenses 4:3 dice: “pues la voluntad de Dios es nuestra santificación.”

Los Diez Mandamientos muestran la norma de Dios para la santidad, pero aparte de Jesús nadie los ha obedecido perfectamente; de hecho Santiago 2.10 señala que “cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”.

Si consagrado significa apartado, y tú y yo hemos sido escogidos por Dios, esto quiere decir que le pertenecemos a Él.

Si ustedes notan la Biblia no nos está sugiriendo que vivamos en santidad, porque la santidad no es opcional, la santidad es un mandato de Dios. La Biblia dice: Sed santos como yo soy santo.

Debemos de hacer de la santidad un estilo de vida.

Estamos viviendo tiempos en los que Dios está buscando hombres y mujeres que se atrevan a vivir en santidad, personas que se atrevan a ir en contra de la corriente de este mundo porque esa es la gente que Dios puede usar poderosamente.

Cuando pecamos, hacemos del pecado nuestro dios y para poder santificarnos debemos quitar de nuestras vidas el pecado.

Dios no pide un 90% de santidad ni siquiera un 99% de santidad; Dios me pide el 100%. No hay santidad a medias, o vives en santidad o vives en pecado.

Un 1% de pecado contamina toda nuestra vida. Es como una gota de veneno en un vaso de agua.

El pecado nunca se muestra como algo malo ni feo en nuestras vidas, sino que muchas veces se muestra de una manera muy sutil y hasta pareciera inofensivo, pero la verdad es que causa terribles consecuencias en nuestra alma, espíritu y cuerpo.

La santidad trae bendición y vida abundante, el pecado trae muerte, escasez, y maldición.

Quizá te preguntes ¿por qué mi negocio no prospera? ¿por qué aún no soy bendecido en esta área?

Pues te animo a que purifiques tu vida, ¿cómo? Limpiándose del pecado. Así como para sacar la suciedad de nuestro cuerpo necesitamos limpiarnos con jabón, así también para sacar la suciedad de nuestro corazón debemos limpiarlo con la oración, la confesión y la Palabra de Dios.

Jesucristo murió en la Cruz del calvario para limpiar el pecado de nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestras finanzas y para que seamos libres, así que no volvamos a ensuciarnos.

La santidad no es una opción y no es negociable con Dios, así que no es tiempo de buscar excusas ni justificaciones, por lo contrario busquemos su gracia y su misericordia.

No nos dejemos llevar por lo que dice el corazón, dejémonos llevar por lo que nos dice nuestro Dios.

Levítico 11:44 dice: “»Yo soy el Señor su Dios. Por lo tanto, ustedes se santificarán, y serán santos, porque yo soy santo.”

Un santo es una persona normal pero que ama lo que Dios ama y aborrece lo que Él aborrece.

Muchos se equivocan aceptando vivir en mediocridad y aceptando su debilidad a tal punto que viven según el estandarte del mundo al justificar sus pecados.

Tú que hoy me escuchas y tienes un área coja y te impide caminar en santidad, no aceptes otro estándar sino el de la Palabra de Dios.

Tu vida de oración se reduce a la raquítica tarea de hilvanar dos o tres frases sin sentido antes de quedarte dormido. Tu comunión con el Señor es nula. Estás a la puerta, sabes todo lo que pasa dentro de la presencia de Dios, pero también sabes todo lo que ocurre fuera. Vives en la mitad, como un cristiano nominal. Sabes demasiado como para considerarte un inconverso… pero no lo suficiente como para ser un santo.

Vives en santidad un poco… pero también pecas un poquito. Alabas al Señor y también maldices otro poco. Levantas tu vista al cielo a veces, pero tus ojos divagan en algunas ocasiones.

¿Por qué ser un minusválido espiritual o un paralítico del corazón cuando sabes que ese camino te llevará a la muerte eterna?

Nuestro Padre celestial ha provisto santidad para todos.

Si sientes que eso no es para tí y consideras que ya es demasiado tarde, te digo que nunca es tarde para encontrarte con el dador de la gracia. Dios tiene el poder para guiarte cada día, aunque tu enemigo te ponga mil y una tentaciones y te sientas como en un laberinto.

Tu Dios será tu brújula, aquella que te guíe hacia el horizonte, pero debes decidir diariamente vivir a favor de la santidad.

1 Tesalonicenses 4:7-8 «Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha al hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo.»

Apártate de lo que tienes qué apartarte para ser santo: la fornicación, el adulterio, el robo, la pornografía y todo aquello que dañe tu cuerpo que es templo del Espíritu Santo.

Los cristianos no practicamos las cosas de este mundo, porque hemos consagrado y santificado nuestro cuerpo para Dios.

Cada día van a venir propuestas deshonestas de todo tipo, pero cuando Cristo es real y está dentro de ti, no lo cambias por nada, y rechazas todo lo que te lleve a tener una mente desordenada e impura.

Decide hoy no permitir que nada ensucie nuestra conciencia porque hemos consagrado nuestra mente, nuestro corazón, nuestro cuerpo y toda nuestra vida.

Jesús será todo para ti si estás dispuesto a darle todo a Él.

No pospongas el reconciliarte con Dios porque quizá va a ser muy tarde. Recuerda que Dios es santo y quiere que tú también seas santo como Él.’

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