Es Tiempo de Conectar, junio 12
Pábilos humeantes
Cuando éramos pequeños, nos encantaba explotar cohetes y jugar con luces de bengala, pero una vez se iban apagando en el suelo, íbamos y soplábamos para que ese pabilo no se apagara, pero qué terrible era cuando ese pequeño pabilo se apagaba. Teníamos qué correr, a toda velocidad, hacia alguna vela encendida en casa para volver a encenderlo.
Me sorprendió encontrar en la Biblia en Isaías 42:3b “…ni apagará el pábilo que humeare…” El pábilo que humea es como una vela que titila y no se apaga del todo, y me di cuenta de que mucha gente que conozco ha perdido el fuego por Dios. Los observo y están apagados por dentro, están secos espiritualmente y de ese fuego que encendía su primer amor… ya no hay rastro alguno y viven como si vivieran en piloto automático.
¿Para dónde es que se fue ese primer amor?
Es irónico y me pregunto ¿a dónde se les fue el amor y la pasión por la presencia de Dios? Han tenido un encuentro con Dios, han participado de retiros espirituales, ayunos, consejerías, convenciones, diplomados… y ya casi nada pasa en sus vidas. Si pudiera describirlo de alguna manera podría describirlo como que el amor que antes sentían por Dios estuviera apagándoseles… como le pasa a una vela humeante.
Desde mi posición de liderazgo veo con mucha frecuencia a cristianos que prefieren quedarse en cama, ir al cine o a un espectáculo, en vez de asistir a la iglesia para escuchar un mensaje inspirador. Hay jóvenes que prefieren mentir diciendo, voy a la iglesia, cuando en realidad se van para una discoteca… ¡Qué nos está pasando!
Les estoy hablando de personas que conocieron a Dios pero que parece que tienen dentro de ellos un motor que se les hubiese apagado. Son los cristianos que caminan en OFF, que están en modo OFFLINE, que no sienten ganas de orar, que no sienten la necesidad de leer la Biblia y, lo peor de todo, es que creen que así van a poder sobrevivir… pero sólo están retrocediendo.
Quizá tú mismo qué me estás leyendo o escuchando, sientes que algo falta en tu vida… que cada vez que tratas de levantarte, de motivarte y de seguir con el sueño de Dios, parece que viniera alguien y terminara de apagar el poco fuego que aún queda en tu corazón.
Pero quiero decirte que eres ese pábilo de Dios, llamado a encender y a brillar donde todo está apagado y oscuro. Es probable que por alguna razón alguien te vino a apagar, vino a robarte el fuego, a tratar de secarte y destruirte espiritualmente.
O tal vez, no hace mucho te atreviste a mirar al cielo y le dijiste al Señor: “Dios, ¿por qué no me dejas morir ya? ¿Qué más da? ¡Apágame del todo! ” Pero ¿sabes? Dios es fiel aun cuando tú sientes que le has fallado mucho, que le hiciste demasiadas promesas y que no le cumpliste… Aun con todo ello, ÉL TE DICE: “Si fueras infiel, yo permanezco fiel; Yo no puedo negarme a mí mismo” (2 Timoteo 2:13).
Te ama tanto que puedes correr a la fuente y volver a encenderte.
La distancia que tienes para reconciliarte con Dios es de las rodillas al piso… Él ya te mostró su fidelidad, su amor y te aseguro que está dispuesto a encenderte una vez más, a hablarte como solía hacerlo hace un tiempo atrás. Quiere atraer tu corazón al suyo para que vuelva a calentarse por lo tanto te animo a que le busques desesperadamente como si tu vida dependiera de ello…
No sigas humeando más, no seas un cristiano de humo, que solo vive por gracia. Es tiempo que el fuego de Dios vuelva a encenderte.
Isaías 42:1 nos dice: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones.”
¿Quieres sacarle una sonrisa a Dios y que seas su contentamiento? Vuelve a su presencia, sé creativo al buscarlo, rompe con la rutina. Dios ya te escogió para que seas un pábilo encendido, ahora ve y háblale como solo tú lo sabes hacer. Estoy seguro de que vas a tocar nuevamente su corazón.
“¡Me sedujiste Señor, y me dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo y me venciste… Si digo: no me acordaré más de ÉL, ni hablaré más en su nombre; entonces su palabra es en mi corazón como un fuego, un fuego ardiente que penetra hasta los huesos.” (Jeremías 20:7-9)
Gracias Dios por escogerme y poner dentro de mí un fuego que nadie podrá apagar.
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