Buenos comienzos, malos finales

Devocional diario febrero 20

Buenos comienzos, malos finales

2 Crónicas 26:5 y 16

«… y, mientras vivió Zacarías, quien lo instruyó en el temor de Dios, se empeñó en buscar al Señor. Mientras Uzías buscó a Dios, Dios le dio prosperidad […] Sin embargo, cuando aumentó su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia. Se rebeló contra el Señor, Dios de sus antepasados, y se atrevió a entrar en el templo del Señor para quemar incienso en el altar”

 He conocido varios Uzías, personas que tuvieron su momento de gloria, que se les abrió la puerta de la oportunidad y de pronto… se elevaron como cometas, se volvieron arrogantes y se olvidaron de dónde Dios los sacó y a quién Dios utilizó para formarlos.

Uzías reinó durante 52 años. Fue uno de los reinados más largos de toda la historia, su liderazgo tuvo dos ingredientes importantísimos que debe realizar todo buen gobernante, sobre todo si quiere la bendición de Dios. Esto lo vemos en 2 Reyes 15:34-35.

Hizo lo que le agradaba a Dios y buscaba a Dios con todo el corazón. Esas eran sus dos virtudes más resultantes. Dios cumplió con él pues tuvo victoria sobre los árabes, sobre los amonitas, su fama se extendió hasta hacerse sumamente poderoso pero el profeta Isaías nos marca el año en el que murió el rey Uzías. La Biblia nos dice también que Uzías persistió y es que para buscar a Dios debemos hacer
oraciones persistentes, este hombre comenzó bien pero terminó mal.

No necesariamente un buen comienzo con Dios a diario es la señal de toda tu vida. Tú tienes que persistir en santidad, persistir en la búsqueda de Dios y no enorgullecerte, no enaltecerte porque allí comienza tu ruina…con el orgullo.

Uzías comenzó a reinar siendo un joven de 16 años y en sus inicios fue un rey ejemplar. Su búsqueda de Dios y su temor por agradarle, le trajeron una gran prosperidad y así, cuando todo va bien, es fácil olvidarnos de quién nos trajo hasta allí. Uzías venció a sus enemigos y los despojó de sus tierras (2 Crónicas 26:6-7). No hubiese sido vencedor, si Dios no hubiera peleado por él.

2 Crónicas 26:8

Su fama se difundió por todas partes pero sin el Espíritu Santo quizá nunca se hubiera hecho conocido.
Edificó torres y fortificó a Jerusalén, tuvo un ejército poderoso y bien equipado (2 Crónicas 26:10-15) pero solo fueron asociaciones y conexiones divinas que Dios permitió para él.
Con toda esa bendición y prosperidad se vino abajo porque se enalteció, el orgullo robó su corazón y se olvidó de Dios.

Cuando pensamos que podemos vivir independientemente de Dios, ese día es nuestra caída.
Pecar y pedir perdón, es solo vivir por gracia. Cuando nos llenamos de autosuficiencia, comienza la pobreza y la destrucción y la muerte espiritual.

Juan 15:5

nos recuerda: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada”.
Separados de Dios NADA prospera.
Negocios empezaron muy bien, dándole a Dios el primer lugar, diezmando, «cero deudas», hasta que hicieron al «dios dinero» su dios… Ese día comenzaron las bajas.

 Cuando teníamos cuentas mancomunadas y Dios era el dueño de todo, a Él le consultábamos si emprendíamos algo o no, necesitábamos su visto bueno para empezar algo pero cuando comenzamos a hacer todo “por nuestra cuenta” la ruina llega.

El rey Uzías lo tenía todo para ser feliz pero no le fue suficiente pues quebrantó los límites, le brotó lepra en la frente y así, Dios puso en manifiesto su rebeldía y soberbia.

 ¿Qué estás esperando para volverte a Dios? Una enfermedad incurable, que Él saque tu pecado a la luz, una noticia trágica.

Cuando Dios te bendice, no te olvides de Él.
Que la bendición de Dios no te caiga mal.

 Uzías se sintió fuerte, se llenó de orgullo y dejó de buscar de Dios. Cuando uno deja de buscar a Dios, Él sigue buscando un adorador y esta vez encontró a Isaías.

Isaías 6:1-7

«En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: !!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo
hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado»

Isaías comienza diciendo: “…en el año del luto por la muerte de Uzías, vi yo al Señor…»
En tu noche más oscura, en tu momento de más tristeza y de luto, es allí donde verás a DIOS.

 Cuando vengan las noches más oscuras, prepárate porque vendrá un nuevo amanecer. A Isaías en los momentos difíciles, Dios le dio una NUEVA VISION… «Vio al Señor en su trono», así que tus ojos verán la bendición de Él.

Isaías RECIBIÓ UN NUEVO LENGUAJE y cambió su manera de hablar…