En 2 Reyes 20:1-6 leemos cómo el rey Ezequías, gravemente enfermo, recibió de Isaías un mensaje directo de Dios: “Pon en orden tu casa porque vas a morir”. Sin embargo, Ezequías volvió su rostro a la pared, oró con sinceridad y lágrimas, y Dios le respondió: “He oído tu oración… te añadiré quince años más de vida”.

En 2 Reyes encontramos a Ezequías, un rey justo, enfrentando una noticia devastadora: “Pon en orden tu casa porque vas a morir”. Su reacción no fue resignarse ni quedarse sin luchar, sino que se volvió hacia la pared, y clamó al Señor con sinceridad y con lágrimas. Dios respondió: “He oído tu oración… te añadiré quince años más de vida”.

En 2 Reyes 5, Naamán, un poderoso comandante arameo, padecía lepra. Al escuchar sobre el profeta Eliseo, viajó a buscar ayuda. Para ser sanado, tuvo que tragarse su orgullo y obedecer una orden sencilla pero humillante: sumergirse siete veces en el río Jordán. Cuando lo hizo, fue completamente sanado.

Ambos hombres, líderes destacados, llenos de logros, aunque de contextos y orígenes muy distintos, tuvieron algo en común: se humillaron delante de Dios, reconocieron su necesidad y respondieron con obediencia. Esa fue la llave para experimentar el milagro.

Quizás hoy enfrentas una enfermedad, una crisis familiar, un proyecto que parece estancado o simplemente has perdido fervor. Puede que en algún momento hiciste un compromiso de buscar a Dios a diario, pero los afanes, las distracciones o el cansancio te alejaron. La buena noticia es que Él no se ha cansado de esperarte.

Isaías 26:9 dice: “Con mi alma te he deseado en la noche; en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte”.

Buscarle con todo el corazón implica retomar la intimidad con Él, ponerlo primero y dejar que su voz sea la que guíe cada paso.

A veces confiamos más en consejos humanos que en la dirección del Espíritu Santo. Pero Jeremías 29:13 nos recuerda: “Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón”.

No se trata de oraciones repetitivas o de rutina, sino de un anhelo genuino que nos lleva a apartar tiempo, rendir nuestro orgullo y abrirle espacio en la agenda y en el corazón.

Hoy te invito a volver al lugar donde le prometiste buscarle. Allí mismo Él te está esperando.

Aplicaciones prácticas
¿Escuchas a las personas que menos esperas que hablan al corazón de tu necesidad como en el caso de Naamán, una inmigrante o una empleada doméstica?

Rinde tu orgullo: reconoce que lo necesitas y decide obedecer aunque no entiendas todo el proceso.

Reemplaza las distracciones e identifica aquello que te roba tiempo con Dios (redes sociales, televisión, exceso de trabajo) y cámbialo por momentos de intimidad con Él.

Oración
Señor, eres el tesoro de mi corazón. Decido dejar de vivir distraído y volver a buscarte con todo mi ser. Aviva en mí el fuego de tu presencia y ayúdame a caminar contigo cada día. Amén.

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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global