“Cierto día, David preguntó: «¿Hay alguien de la familia de Saúl que aún siga con vida, alguien a quien pueda mostrarle bondad por amor a Jonatán?».

Entonces mandó llamar a Siba, un hombre que había sido uno de los siervos de Saúl. —¿Eres tú Siba? —le preguntó el rey. —Sí, señor, lo soy —contestó Siba. Enseguida el rey le preguntó: —¿Hay alguien de la familia de Saúl que todavía viva? De ser así, quisiera mostrarle la bondad de Dios. Siba le contestó: —Sí, uno de los hijos de Jonatán sigue con vida. 

Está lisiado de ambos pies. —¿Dónde está? —preguntó el rey. —En Lo-debar —le contestó Siba—, en la casa de Maquir, hijo de Amiel.

Entonces David mandó a buscarlo y lo sacó de la casa de Maquir. Su nombre era Mefiboset; era hijo de Jonatán y nieto de Saúl. Cuando se presentó ante David, se postró hasta el suelo con profundo respeto. 

David dijo: —¡Saludos, Mefiboset! Mefiboset respondió: —Yo soy su siervo. —¡No tengas miedo! —le dijo David—, mi intención es mostrarte mi bondad por lo que le prometí a tu padre, Jonatán. Te daré todas las propiedades que pertenecían a tu abuelo Saúl, y comerás aquí conmigo, a la mesa del rey. 

Mefiboset se inclinó respetuosamente y exclamó: —¿Quién es su siervo para que le muestre tal bondad a un perro muerto como yo? Entonces el rey llamó a Siba, el siervo de Saúl, y dijo: —Le he dado al nieto de tu amo todo lo que pertenecía a Saúl y a su familia.” 2 Samuel 9:1-9

Lo Debar: el lugar del olvido

Mefi-boset, nieto de Saúl, tenía linaje real, pero estaba abandonado, inválido y sin esperanza. Después de que su padre Jonatán murió en la batalla junto con el Rey Saúl su padre, terminó en Lo Debar, lejos de toda comodidad del palacio, olvidado y sin futuro. Imagínate cómo sería eso estando lisiado de ambas piernas.

Muchos terminan estando en lugares semejantes por alguna razón, fracasos económicos, infidelidad, mala salud, caídas, etc. Así muchas veces nos sentimos: en un lugar seco, donde nada florece, sin que nadie recuerde nuestra vida ni nuestros sueños.

Así que Lo Debar, donde vivía Mefiboset, era un lugar de desolación y anonimato, donde vivían personas olvidadas, marginadas o en desgracia. Representaba ruina, destierro y soledad.

Pero de repente hay buenas noticias: “Pues los dones de Dios y su llamado son irrevocables.” Romanos 11:29

El Rey busca al olvidado. Jesús vino para sacar a la humanidad de Lo Debar, todos hemos terminado allí, y si aún crees que no te ha tocado, ojo que te puede pasar, de alguna manera.

David no olvidó el pacto que había hecho con Jonatán y en lugar de exterminar a los descendientes de Saúl, buscó a Mefi-boset para mostrarle misericordia.

De la misma manera, Dios nos busca cuando estamos en “Lo Debar”. Él no se olvida de nosotros, aunque pensemos que nuestra vida carece de valor y no tiene sentido.

Mefiboset pasó del exilio a la mesa del Rey.

David mandó traer a Mefi-boset, lo adoptó como hijo, y le dio un lugar a su mesa cada día.
Eso es lo que Cristo hace: nos saca del pecado, la vergüenza y la soledad, y nos invita a su mesa, a una relación diaria de amor y gracia.

¿Cómo podemos aplicar esto a nuestras vidas?

Si has terminado o te sientes en “Lo Debar”, recuerda que ese no es tu destino final.

Dios tiene un lugar para ti en Su mesa, como hijo, no como esclavo.
La gracia de Dios te saca del anonimato para hacerte parte de Su propósito eterno.

Por medio de la Sangre de Jesús eres heredero, tienes sangre real.
Reprende al devorador, dile ahora mismo que eres Hijo de Dios, que tienes sangre real y que has sido perdonado.
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Oración
“Señor, gracias porque me llamaste aun cuando estaba en mi Lo Debar, en soledad y olvido. Gracias por traerme a tu mesa y darme un lugar como hijo. Ayúdame a no olvidar que tu gracia siempre me alcanza, y que en ti tengo dignidad y propósito. Amén.”

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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global