Es Tiempo de Conectar, agosto 028
Ganar perdiendo
“Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.” Marcos 8:35.
Jim Elliot fue un joven misionero estadounidense quien renunció a la comodidad de su tierra natal para llevar el evangelio a la tribu waorani, una tribu no alcanzada de la selva ecuatoriana.
Jim Elliot y cuatro compañeros junto con sus familias (Nate Saint, Ed McCully, Pete Fleming y Roger Youderian) llegaron a Ecuador a principios de los años 50 como misioneros, sirviendo por medio de diferentes organizaciones cristianas.
Jim y sus compañeros sintieron el llamado a evangelizar a los waorani, un pueblo nómada y guerrero, muy hábil en la selva y conocido por su uso de lanzas.
Por siglos permanecieron aislados y fueron muy temidos por tribus vecinas y colonos debido a su agresividad frente a invasores.
Hasta mediados del siglo XX, tuvieron poco contacto con el mundo exterior y reaccionaban con violencia contra extraños.
En 1956, Jim Elliot junto con cuatro compañeros, fueron asesinados por los waorani. La noticia sacudió al mundo y muchos pensaron que el esfuerzo misionero había fracasado.
Sin embargo, su esposa, Elisabeth Elliot, y otras viudas de los misioneros regresaron tiempo después a la misma tribu, decididas a seguir amando y compartiendo la verdad de Jesús. Con el tiempo, muchos waorani conocieron a Cristo y experimentaron una transformación radical.
Jim había escrito en su diario una frase que se convirtió en legado: “No es un necio el que da lo que no puede retener, para ganar lo que no puede perder.”
La historia de los Elliot nos recuerda que la vida cristiana no se mide por la comodidad ni por evitar riesgos, sino por obedecer a Dios, aunque eso implique pérdida. Y que muchas veces, de lo que parece derrota, Dios hace nacer una cosecha abundante.
Aplicaciones prácticas:
Revisa tus prioridades: ¿Estás viviendo para preservar tu comodidad o para cumplir la misión de Dios?
Abraza el costo: El discipulado verdadero siempre va a implicar algo de renuncia.
Confía en el fruto eterno: Lo que entregamos por amor a Cristo nunca se pierde; Dios lo multiplica en maneras que no imaginamos.
Oración:
Señor, enséñame a vivir con la convicción de que seguirte vale más que cualquier comodidad o seguridad. Dame un corazón dispuesto a perder lo que no puedo retener, para ganar lo eterno que Tú me ofreces. Amén.
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Creado y narrado por Juan Bravo. producido por Conectar Global