Es Tiempo de Conectar, octubre 21

Sanando y Restaurando

Yiye Avila fue un predicador puertorriqueño que murió en el año 2013, fue un hombre muy usado por Dios en el área de la sanidad como lo fue una mujer contemporánea a él de nombre Kathryh Kulhman. Personas con un don y un ministerio especial de sanidad.

Un día Yiye Ávila, visitó mi ciudad fui a una de sus reuniones en campo abiertos donde hoy se encuentra la Central Minorista y recuerdo cuando él salía del lugar en un campero Nissan, que pidió al que iba manejando que se detuviera y una señora se acercó con su hijo que era ciego y como yo estaba muy cerca, alcancé a ver que el muchacho no tenía córneas sino que sus ojos eran blancos.

El Pastor Yiye, sacó su cuerpo por la ventana de su puerta, puso sus manos sobre los ojos del joven y cuando terminó de orar, el joven comenzó a fijar su mirada en las cosas a su alrededor y su mamá no se contuvo sino que empezó a gritar.

Leamos Ezequiel 47:9,

“Por donde corra este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este río transformará el agua salada en agua dulce; así donde el río fluye todo vivirá.”

Hay un río que fluye que sana y trae vida y restauración, y es el río que sale del templo de Dios. Es un río que transforma vidas, que las cosas que toca no vuelven a ser las mismas, el río del Espíritu Santo.

A los jóvenes les digo que no ensayen con el río de la droga porque ese río tiene una corriente más fuerte que su voluntad, es como entrar a una quebrada con creciente que no hay fuerza superior que pueda resistir.

Hay otros ríos fuertes como la pornografía o el juego al azar, las máquinas de los casinos en donde se han perdido muchas riquezas porque su fin es esclavizar.

Juan 7:37-39 dice,

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.
Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”

A Dios le agrada que cuando despiertes en la mañana en vez de lamentarte o ver tus limitaciones y lo que te falta o lo que tienes planeado hacer, despiertes y digas en voz alta si es posible, pero sin despertar a nadie; Buenos días Espíritu Santo.

¡Que lo hagas así en vez de invitar cualquier cosa que no sea la presencia de Dios, el poder de Dios, el amor de Dios, la esperanza en Dios, la sanidad de Dios, la restauración de Dios!

El Espíritu Santo es el agente que nos dejó Jesús para reemplazarlo a Él.

Es Él el que nos habla, nos anima y nos da el poder para vivir por encima de las circunstancias, del día a día.

En este mismo momento te animo a que invoques al Espìritu Santo en el Nombre de Jesús, te animo a que hagas reflexión sobre tu vida y pongas tu mano en tu enfermedad, ora por tu hijo perdido en las drogas, ora por tus finanzas, declara sanidad, restauración en el Nombre de Jesús.

San Marcos 16:17-18. “Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las manos y, aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.”

Sal del río de la muerte, del pecado, un río turbio que no produce vida y sumérgete en el río de Dios. El río de Dios transforma lo que está muerto, como leímos en Ezekiel es un río que lo salado lo transforma en agua dulce.

Jesús es el único que puede lograr esto. Es posible que digas que ya no hay esperanza, no hay manera de corregir, el cáncer está muy avanzado, no tengo cómo pagar mis deudas, mi adicción me tiene atrapado(a).

Eso dijeron Marta y María cuando Jesús se acercó a la tumba de Lázaro, con asombro le advirtieron, Jesús lleva mucho tiempo muerto, ya huele mal, su cuerpo está muy descompuesto.

“Señor, hiede ya, porque lleva cuatro días, dijo Marta.

Jesús dijo: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” Juan 11:40

Señor hoy enfrento gigantes poderosos, mi mayor obstáculo soy yo mismo, me prometes que soy más que vencedor por medio de Jesús. ¡Amen!

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