Es Tiempo de Conectar, agosto 31
Entrégale tus cargas a Jesús
En una ocasión, un hombre iba caminando con un bulto en la cabeza y un señor que iba manejando un camión se detuvo, y lo invitó a subir a la parte de atrás para llevarlo a su destino.
El hombre se montó, pero para sorpresa del chofer, al mirar por el espejo retrovisor, vio que aquel hombre todavía llevaba el bulto sobre su cabeza, en lugar de echarlo en el piso del camión.
Muchas veces algo similar nos sucede a nosotros en el aspecto espiritual, no soltamos nuestras cargas al Señor, y por eso continuamos cargados.
En el mundo de hoy ¿Quién no vive cargado?
Una carga es un peso que tenemos en el corazón, que nos roba la paz y de la cual no sabemos cómo deshacernos. Es algo que nos agobia y que altera nuestro ánimo.
Una persona cargada está ensimismada, desanimada, angustiada, e incluso a veces… deprimida. Cuando nos encontramos con alguien que está cargado y abre su boca, sólo salen palabras de negativismo, de queja y amargura. Ve su futuro negro y está en un pozo de desesperación del que parece no poder salir. Habla obsesivamente de sus problemas.
Si estamos cargados y alguien nos dice algo, se nos salen las lágrimas. Esta situación que nos carga es una situación que no podemos resolver y que hace que a veces caigamos en desánimo y depresión.
De pronto en esos momentos buscamos a un amigo o pariente para contarle lo que nos pasa y nos descargamos con ellos. La sicología aconseja esto y no es malo. Pero quiero recordarte que hay una mejor opción y la ofrece Jesús.
Él dijo “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.” Mateo 11:28
¿Crees que el Señor te dará el descanso?
Si lo crees, tienes qué intercambiar tu carga con la de él, confíar plenamente en Él, echar sobre Él todas tus cargas, someter a Él todas las áreas de tu vida, y disfrutar del descanso que Él te ofrece.
En este pasaje encontramos dos aspectos muy importantes:
Humildad.
Jesús dice: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.”
Esta es una promesa condicional, pues el descanso viene sólo después de que vamos al Señor y requiere humildad; primero el reconocer nuestra incapacidad para llevar todas nuestras cargas, y segundo al aceptar la invitación de Jesús y venir a Él en busca de Su ayuda.
Ahí es cuando estamos listos para recibir la solución de Dios, en vez de intentar la nuestra.
El Señor conoce nuestra naturaleza humana, y sabe que no somos humildes, por eso nos dice: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.”
Venimos a este mundo en un estado de completa dependencia, como un bebé..
Dios ha querido enseñarnos a depender de nuestra madre o padre pero imagínate a un bebé que quiera pretender que es independiente de ellos, pues se va a morir.
Lo común es que muchas personas primero tratan de resolver ellos mismos sus asuntos y cuando ya no pueden entonces recurren a Dios.
Es como si dijeran: Yo puedo solo y cuando no pueda espero que actúes. Pero Dios quiere que reconozcamos que a pesar de todos nuestros esfuerzos, sin su ayuda jamás tendremos el mismo éxito.
Ni en tu matrimonio, ni con tus hijos, con alguna enfermedad, en el trabajo, etc. Lo mejor es tener total dependencia de Dios. Tus problemas seguirán en la medida que te tardes en entender esto. Uno de los nombres del Espíritu Santo es EL AYUDADOR.
El problema es que te olvidas que tienes al Espíritu Santo y no andas en comunión con Él porque no reconoces que necesitas su ayuda.
Dios no quiere ser el 911 al que llamamos cuando metemos la pata sin consultarle primero a Él..
Mateo 11:29 dice, «Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma.”
Cuando un campesino coloca el yugo sobre dos bueyes, quiere lograr dos cosas: repartir la carga del trabajo entre los dos, y asegurarse de que el menos experimentado de los dos bueyes se someta a la dirección del más experimentado, el cual ya conoce el camino a seguir.
Jesús no solamente nos ofrece ayudarnos a llevar nuestras cargas, sino que nos exhorta a dejarnos guiar por Él, pues conoce perfectamente el camino para que nos vaya bien.
Descanso.
Mateo 11:29 “y encontrarán descanso para su alma.”
Este descanso profundo e inexplicable viene a nuestras vidas cuando confiamos totalmente en el Señor. Cuando creemos sus promesas, nos resulta fácil someternos a Su dirección y a Su cuidado, y dejamos de insistir en nuestra independencia.
No podemos decir: Señor, te dejo esta carga y luego vivir como si pensáramos que aún tenemos el problema. O se la entregas a Dios o sigues cargando con ella.
Si Dios tiene derecho sólo a ciertas áreas de nuestra vida entonces la acción de entregar a Dios nuestras cargas debe implicar también la entrega de nuestro corazón, de nuestra mente o sea de todo nuestro ser.
Si hemos entregado nuestras cargas a Dios entonces podemos dormir como bebés y no desvelarnos pensando en los problemas. O tú sigues cargando el peso de los problemas o es Jesús a quien ya le entregamos todo lo que nos agobia, no es posible que dos la tengan.
Y es completamente cierto que en esos momentos difíciles sí que nuestra alma necesita descanso.
Podemos irnos de vacaciones y descansar del trabajo o estudio pero es difícil tomar vacaciones de nosotros mismos porque a donde nosotros vayamos, llevamos lo que sea que hay dentro de nosotras.
La gran noticia es que Dios nos ofrece descanso pues tenemos un Dios que creó la tierra en seis días y el séptimo descansó.
Tenemos un Dios que nos dijo que seis días debíamos de trabajar, pero que el séptimo día es día de reposo.
Dios está muy interesado en nuestro descanso. Lo sabe porque Él nos creó y sabe que lo necesitamos a gritos.
Una persona cuando no reposa tiene mal carácter, mal genio, trabaja mal, estudia deficientemente. ¿Cuántas veces un problema nos parece enorme, pero luego de un buen sueño, al día siguiente se ve de otra manera?
¿Les ha pasado?
Dios es nuestro Padre y nuestro Creador, nos ama profundamente y nos conoce mejor que nadie. Él sabe qué hacer para que nuestro rostro no se desconfigure, pero el secreto es acudir a él.
¿Cómo acudimos a él? Orando con fe.
Orar es abrirle el corazón a Dios con sinceridad y sin máscaras pues lo sabe todo y a pesar de que sabe exactamente lo que estamos pasando y cómo nos sentimos, le gusta que lo expresemos con nuestras propias palabras. Es TODO lo que tenemos qué hacer.
Oración, Señor enséñame a echar sobre ti todas mis cargas. Amén,.
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